El rock en Medellín y Antioquia: más de 50 años de historia de un sonido aguerrido, fortalecido y que no deja de mutar.
Santiago Arango Naranjo // @santiagocanciones
«Medellín pegó primero en dar a conocer un ritmo que desde 1956 conquistó cada rincón del planeta gracias a artistas como Elvis Presley y Chuck Berry», sí, la ciudad fue pionera presentando el rocanrol como novedad en una emisora, la emisora La Voz de Antioquia. Así lo sentencia el periodista Jacobo Celnik en su libro La causa nacional. Historias del rock en Colombia (2018).
Algunas de las grabaciones inaugurales del género en Colombia estuvieron a cargo de Carlos Román (1958), Harold, Los Pelukas, Los Daro Boys y Los Yetis, además de compilados como Ídolos de Colombia (1965) y 14 impactos juveniles (1966).
Los Yetis
En los años 70, luego del impacto mundial de Woodstock, se realizó en el municipio de La Estrella (departamento de Antioquia), el Festival de Ancón. Celebrado entre el 18 y el 20 de junio de 1971, una emulación criolla de Woodstock que impactó en el ámbito social y enfrentó al conservadurismo antioqueño.
La Iglesia católica despotricó del evento, rechazaba las libertades sexuales y el consumo de drogas que «corrompería» a una generación. El alcalde de aquellos días –Álvaro Villegas Moreno–, fue destituido por dar el permiso para la realización del evento; y como aditamento negativo, el rock fue asociado a movimientos de izquierda –mientas que, por otros, como una invasión Yanqui– lo cual, en una tierra conservadora, no era aceptable.
Así que después de Ancón, plena década del 70, tanto el número de agrupaciones como las producciones discográficas disminuyeron, la causa rebelde del rock no era bien vista y ello desestimuló el interés de ese sector industrial que pensaba en términos de rentabilidad económica y no de promoción de la diversidad cultural, mucho menos si eso significaba un enfrentamiento con el catolicismo. De los años 80 en adelante, el rock estableció mecanismos de circulación de casetes que contenían las novedades de la vieja guardia (bandas como Black Sabbath, Saxon o Led Zeppelin) y el estruendo generacional del punk (con bandas como The Clash, Sex Pistols o The Stranglers); de mano en mano, se rotaban esos casetes entre los nacientes seguidores del rock que caminaban de un barrio a otro, creando de esa manera una comunidad con gustos e intereses afines. Un mecanismo propio de circulación de la música. Sobre esa dinámica, el fanzine El sótano dedicó un valioso número narrando cómo se vivía esta dinámica del casete que estuvo muy vigente hasta entrado el siglo XXI.
Y ya entrados esos años 80, desde un quehacer sobre todo independiente y autogestionado, inició la constante y sostenida producción de discos. Grupos como Nash (1982), Carbure (1983), Kraken (1987), Reencarnación (1988), Ekhymosis (1988), Parabellum (1988), Sociedad Violenta/Rasix (Split 1988) y Estados Alterados (1989, sencillo Muévete/El velo) fueron algunos de los pocos artistas que grabaron y prensaron en formato vinilo. En los años 90, el boom del rock en español que venía del fin de la década anterior, con artistas hispanos como Caifanes (México), Soda Stereo (Argentina), Hombres G (España) y Los Prisioneros (Chile), despertó un interés del mercado con un sonido popularizado en la llamada radio juvenil y era, a su vez, una oportunidad de negocio que al final no funcionó dadas las bajas ventas: Kraken (Fuentes), Ekhymosis (Codiscos), Juanita Dientes Verdes (Codiscos), Estados Alterados (Fuentes), Bailo & Conspiro (Fuentes) y Bajo Tierra (Fuentes) fueron parte de este ‘fugaz romance’ entre los grupos y la industria discográfica. Otros grabaron y prensaron –pagaron de su bolsillo– pero no fueron firmados por los sellos, incluso a veces aparecían las marcas de los sellos y en otras, no. No hay suficiente información que aclare la diferenciación.
Viola de I.R.A. Foto: Santiago Arango
Como explica David Viola del grupo de punk I.R.A, «en Medellín había dos fábricas para el prensaje de vinilos, claro que ellas no producían directamente los prensajes de estas bandas porque no se querían hacer responsables de las letras y mensajes que contenían los discos, entonces solo se limitaban a prensar vinilo y preferían no colocar sus renombrados sellos discográficos en las carátulas de los discos que eran prensados en sus propias fábricas, solo se entregaban los vinilos sin carátula, lógicamente pagados por la banda, y la carátula se hacía por otro lado, las bandas se inventaban cualquier degradante nombre a manera de sello discográfico que ponían en la carátula y les daba ese sello de independencia pura a las producciones».
Como contraparte, la expresión hazlo tú mismo es y ha sido (con las características socioculturales de cada lapso particular) el bastión filosófico –y grito de batalla– fundamental en el desarrollo de la cadena de valor de la música independiente (intérpretes, ensayaderos, estudios caseros o profesionales de grabación, sellos, tiendas de discos, bares, festivales, roadies, blogs...) y, también (hay que decirlo), ha coexistido con otras prácticas culturales como el teatro, el cómic, la danza, el cine e incluso en la labor de los gestores culturales.
Y es que la cultura en Medellín es dinámica y con una oferta heterogénea: cuenta con un Sistema de Bibliotecas Públicas, realiza el festival de poesía más grande del país y la segunda feria del libro más influyente de Colombia; su fiesta tradicional es la Feria de las Flores –nacida a partir de la tradición silletera– que alcanza un impacto nacional e internacional con alta repercusión en la economía de la ciudad; por ejemplo, según informe oficial en el sitio web oficial de la versión 2019, el gasto de los turistas en la ciudad (conocido como la derrama económica) «se calcula en 22,9 millones de dólares».
Además de la popular feria, también existen otros eventos y festivales de teatro, mimo, cine y danza; la ciudad cuenta con más de veinte museos y con salas de teatro en diferentes comunas, esto sumado a múltiples recitales, entre ellos, Altavoz Fest, evento de rock y música alternativa que convocó, según su Twitter oficial (2018), una audiencia de 83 472 personas, la mayor convocatoria en su historia hasta 2022.
La anterior cifra es importante porque Altavoz Fest es el espectáculo musical de mayor concurrencia en Medellín, aunque hogaño existen otros (por citar algunos anclados al rock) como Festival de Rock de la Comuna 4, Invazion, Festival Hertz y Bazar de la Música de HagalaU, Fiesta de la Música, Carnaval Fest, Festival Rock de la Comuna 6, Castilla Festival Rock, Festival de Rock de la Comuna 10, Rock a la Escuela, Festival Comun-a y Belén Sonoro. Años atrás, existieron eventos como Mederock, Antilimi Sonoro, Metal Medallo, Rock To School, Festival Banda Ancha y Del Putas Fest, entre otros. En diferentes municipios de Antioquia también se celebran eventos afines como Rock al Río en Rionegro, Víboral Rock en El Carmen de Viboral, Más que sonidos en Guatapé, Shama Fest en Entrerríos, Black Angel Fest en Bello, LocoFest en Santo Domingo y el Guarne Rock Festival.
Ese contexto explica la importancia que ha adquirido la música en la ciudad y en particular sonidos derivados del rock, movimiento con una tradición que desde los años 60 ha tenido representantes como Los Yetis o festivales como el ya citado y mítico Ancón. A lo largo de su historia ha contando con emisoras y programas especializados de rock en medios como La Voz de la Música, Radio Disco ZH, Veracruz Estéreo, Mundo Diners, Todelar Estéreo, Radioacktiva, 95.9 Cámara FM, Emisora Cultural Universidad de Antioquia, HagalaU, UN Radio, Radiónica, El Templo del Rock, Radio Bolivariana, Canal U, Telemedellín, TeleEnvigado y Teleantioquia, entre otra amplia lista de medios tradicionales y alternativos como blogs, medios comunitarios, fanzines y revistas, entre los que cabe mencionar la revista Hell’Zine, los fanzines Visión Rockera, Rock U y Nueva Fuerza; Revista Música, Revista Rock n Roll, periódico El Rockero y Crónicas Estigias; medios tradicionales como el periódico El Colombiano, ADN, El Mundo y El Observador (ya desaparecidos estos dos últimos), además de El Tiempo y El Espectador, son publicaciones que también han abierto un determinado espacio para profundizar en el rock y sus sonidos afines.
Por lo anterior, y como consecuencia, es comprensible que en convocatorias públicas como Altavoz Fest se presenten un promedio de 240 agrupaciones y que, en eventos como el Bazar de la Música, en 2019 se inscribieran un total de 149 proyectos de distintas sonoridades como metal, punk, ska, indie, electro rock, rap, no wave y postpunk.
La construcción de todo ese engranaje no ha sido fácil y ha implicado luchas sociales, culturales e individuales, pero, lo cierto es que el rock de Medellín y Antioquia se ha ganado un lugar en la cultura de Colombia, sobrellevando, al igual que todos, incluso, el peso de la pandemia y la acelerada digitalización de la vida. Agrupaciones actuales como Margarita Siempre Viva, Punkosa, Detective Wadd, Egomantra, Saail, El piloto ciego, Volcán e históricos como Reencarnación, Frankie ha muerto, DesadaptadoZ, Masacre, Mojiganga o Witchtrap; el circuito de bares; los medios de comunicación independientes como HagalaU o Hell’Zine, los sellos disqueros alternativos como Poderes Inútiles o tiendas de discos como Surco Records o La Caja Soundbox; las salas de conciertos como La pascasia, Tributo o Ciudad Frecuencia, además de festivales, cientos de músicos y artistas, todo ello, es prueba fehaciente de un movimiento aguerrido, fortalecido y que no deja de mutar.
Alex Oquendo, vocalista del grupo Masacre, lo deja claro cuando recuerda la gran lección de Elkin Ramírez de Kraken, cuando le decía:
“Esto es lo que escogimos para nuestra vida, Alex, no hay tiempo de devolvernos, ya lo que está construido hay que fortalecerlo, sigamos adelante”.