Un sábado de julio por la tarde, en las Torres de Bomboná, estaba con Santiago Arango (director de HagalaU) y este se encontró con un conocido de El Carmen de Viboral, quien le preguntaba en tono de reproche, sobre el cartel del Víboral rock, haciendo alusión a que este año (2022), según él, el festival no había contado con un grupo cabeza de cartel que fuera ampliamente reconocido. Palabras más, palabras menos, Santiago le respondió diciendo, que se trata de procesos y que si nunca se invita o se le da la confianza a un grupo para que cierre un festival, pues entonces nunca llegará el relevo generacional que le hace tanta falta al circuito de música independiente de Colombia.
Por Alexander Múnera Restrepo // @_AlexanderM
Hace años le escuché decir a Sebastián Regino (vocalista de Johnie All Stars) en otra conversación, que él prefería decir que le gustaba la música, así, llanamente, sin referencias geográficas como inglesa, gringa, latina… Y hace poco, hablando con Alejo García (cancionista), este aseguraba que había que repensar la frase ‘música local’, pues estaba siendo mal interpretada por muchas personas, entre ellas, los promotores de eventos, los dueños de bares y lugares para conciertos.
A partir de esas tres anécdotas, se me ocurrió una idea que pensé, la verdad sea dicha, sería mucho más fácil de desarrollar: reflexionar sobre el término ‘música local’. Y para empezar a hablar de ello, es importante decir cómo se entenderá en este texto.
‘Música local’, es una manera de referirse a los sonidos gestados en un determinado territorio, por las mismas gentes que viven en él. Un dicho que al principio, así como “el rock en tu idioma”, que hacía referencia a la música urbana y alternativa cantada en español, o “el rock nacional”, que aludía (y todavía es así) al rock realizado en países como Argentina y Chile, son buenos ejemplos de cómo se acuñó esa manera de llamar al rock que interpretan las bandas oriundas de un país, en este caso Colombia.
La ‘música local’ pues, se ha pensado casi siempre, como el sonido que realizan los grupos independientes de Medellín, el Valle de Aburrá o incluso Antioquia. Y se comprendió, por lo menos en sus inicios, como una forma de darle valor (incluso sentirse orgullosos) de los sonidos nacidos aquí, no solo por el talento, sino también por la precariedad de los recursos con los que contaban los rockeros de los 70 y los 80 para interpretar y grabar sus proyectos.
Margarita Siempre Viva
Sin embargo, la frase ‘música local’, también se ha entendido, como un sonido que no tiene el suficiente valor como para encabezar el cartel de un festival o llenar un teatro. Muchas veces se percibe como la música que acompaña una propuesta “más grande”, según el oído, el bolsillo y el ojo con en el que se vea. Es así que, muchas veces cuando se menciona una banda local o nacional para un evento, se piensa en un “servicio de segunda mano”. Y no me mal interpreten, desde mi adolescencia y hasta el sol de hoy, he sido un ferviente seguidor de los grupos de música independiente de Medellín y Colombia, no por mi oficio, sino por convicción, por gusto, porque de verdad la música que se hace en este país me mueve y la disfruto enormemente.
Cuando hablo de “servicio de segunda mano”, aludo a lo que muchas personas, promotores y público en general piensan cuando saben de un concierto, que las bandas nativas, están ahí por cumplir, para rellenar o simplemente para acatar un requisito. Un ejemplo cercano para quienes vivimos en la capital de Antioquia, es Altavoz, siempre que la organización del festival empieza a anunciar las bandas nacionales que harán parte del cartel, no se hacen esperar preguntas como: “¿Cuáles son las bandas internacionales para este año?”
Y no está mal que nos gusten proyectos musicales de otro país, ni más faltaba. Entre otras razones, porque de afuera vienen la mayoría de influencias de las propuestas de aquí. Pero lo que yo sí cuestionaría, es la manera de ver o percibir las propuestas colombianas, como algo insuficiente, como una opción que por sí sola, no podría llenar las expectativas de cualquier evento. Casi siempre se piensa que la banda que “arrastra” al público masivo, es la internacional.
¡Ojo! Tampoco estoy hablando mal de Altavoz que dentro de su proceso, ha demostrado una preocupación legítima por las propuestas de la ciudad y les ha dado la importancia que se merecen. O de Rock al Porque que en los últimos años ha tenido una apuesta clara por los grupos colombianos y a lo largo de su historia, ha programado para el cierre, a bandas nacionales en varias versiones. Ni hablar de festivales como el Grita Fest, El más que sonidos o el Rock al Río, que también han reconocido la categoría de grupos o propuestas como Edson Velandia, Aterciopelados, Mojiganga, entre otras.
Pero, de los festivales financiados por las administraciones municipales, hablo más que todo del público, que parece en su mayoría, acercarse a este tipo de eventos solo por la posibilidad (muy valiosa por demás), de ver una banda de renombre internacional y no tienen en cuenta, la interesante oportunidad de conocer proyectos musicales de su propio territorio.
Por supuesto, la responsabilidad no solo es del público, con los promotores puede ser peor, ya que además de programar las bandas nacionales en horarios iniciales o en espacios con condiciones menores a las que ofrecen para los artistas de afuera, muchas veces, también pagan honorarios más bajos, en comparación a grupos con una calidad y recorrido parecidos, solo por el hecho de ser de otro país.
¿Será entonces que la culpa sí es del término ‘música local’? ¿Nos toca nombrar los sonidos que se hacen aquí simplemente como música, así tal cual como lo proponía Regino hace años? ¿O simplemente debemos cambiar la concepción que tenemos de la música local en términos generales? ¿Usted qué propone?
La invitación en este artículo es a que ese juicio inicial que le dimos al término ‘música local’, vuelva. Que valoremos los sonidos que se gestan en estas tierras, que reconozcamos el trabajo y la trayectoria de bandas como Masacre e I.R.A., iconos históricos del metal y el punk en Suramérica. Que registremos la importancia de las giras que hacen grupos como La banda del bisonte y Los Malkavian por México o Volcán en el Norte de Santander (Colombia). O que hablemos más de lo que hacen grupos como No Raza y Thy Antichrist en el exterior.
Hagamos que festivales como el Día de Rock Medellín no sea una excepción, sino la regla. Aquí ya tenemos bandas de jazz, reggae, ska, hard core, salsa, música celta, electrónica, indie, punk, metal, canción de autor y un extenso etcétera que hace años, han demostrado que ningún escenario les queda grande y que ya es hora que los apreciemos igual o incluso mejor, que a las propuestas musicales de afuera. Está muy bien que nos gusten los grupos internacionales; pero nos convendría más a todos, si alguna vez queremos hablar de industria musical colombiana, si estimamos como debe ser, a la ‘música local’.