No se puede negar que la cultura y el arte fueron un bálsamo en medio las cuarentenas, la angustia de futuro y la soledad que muchos sufrimos en los mementos más aciagos de la pandemia. Pero también es innegable el cansancio que generó en la mayoría de nosotros el consumo digital de conciertos, obras de teatro, películas, conferencias, cursos, entre otras actividades.
Por Alexander Múnera Restrepo // @_AlexanderM
Este año y de manera gradual, hemos podido salir más y poco a poco se han ido reactivando los encuentros artísticos con público. Ahora, ya tenemos agenda de conciertos y festivales: Altavoz Fest, el Más que sonidos, el Estéreo Picnic, Herencia de Timbiquí, Caifanes, Bomba Estéreo, Gorillaz, el Frente Cumbiero solo por mencionar algunos, que ya tienen fecha de realización.
Todo eso, más la aprobación del 100% del aforo para los eventos masivos y públicos en Medellín y Bogotá, con la única condición de mostrar el carné de vacunación contra el Covid-19 para poder asistir, podría evidenciar un panorama positivo para la recuperación económica del sector musical, por lo menos en estas dos capitales.
No obstante, la realidad es un poco más compleja que eso: Alcolirykoz llenó el Vieco; pero tres semanas antes, no asistieron ni 20 personas a un concierto de entrada libre al mismo recinto. En Bogotá el Metal Warrior agotó boletería con bandas todas de Medellín y faltan todavía algunos días para el festival. En el Club Libido, hay conciertos que convocan 100 personas y otros que llevan menos de la mitad. Un grupo como Margarita Siempre Viva llevó unas 250 personas con Lika Nova de Bogotá al Pablo Tobón y allí hay 800 sillas. La Pascasia se llena con frecuencia con eventos pequeños y el nuevo bar del Weren (vocalista de Los Suziox), llamado “Antisocial”, también tiene una buena convocatoria; pero es una sala para no más de 100 personas.
Además, hay que contemplar también el miedo que muchas personas aún sienten por el coronavirus, los que no se quieren vacunar, la pérdida de poder adquisitivo de la mayoría por falta de empleo y el precio de las boletas, que para nadie es un secreto, en la mayoría de los casos, tuvieron un incremento, quizá buscando una reparación más acelerada de lo perdido.
Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿Somos un público que va o no a los conciertos? ¿Sería mejor organizar conciertos en lugares más pequeños para asegurar el aforo? ¿Qué tal si los gobiernos locales y/o el nacional se comprometieran a condonar (o si quiera rebajar) por los próximos seis meses, los altos impuestos que los empresarios deben pagar para organizar un espectáculo y así poder dejar las boletas con un precio más asequible? ¿Qué estrategia podrían implementar los gestores culturales y/o programadores para llamar la atención de la gente?
Aplaudimos la posibilidad de poder ir a conciertos de manera presencial, ya a todos, nos hacía falta; pero ¿Usted iría a un concierto en este momento? ¿Cuánto estaría dispuesto(a) a pagar por su asistencia? ¿Tiene separada alguna de las fechas para los próximos shows que se avecinan?
En este momento histórico, la recuperación económica del sector musical no puede depender únicamente de los eventos presenciales, las condiciones todavía no están dadas para asegurar la asistencia masiva a los conciertos. Aún quedan muchas variables sin resolver; sin embargo, esperamos que los cantos cerca a nuestro artista favorito, el pogo, el abrazo y esa sensación que solo la da una canción en vivo, regresen pronto, para todos nosotros.
Todas las fotografías fueron tomadas por Yojan Valencia.