Nadie estaba preparado para la situación de salud pública que hemos tenido que vivir desde marzo de 2020, tod@s tuvimos que alterar nuestras rutinas y hacerlas de manera distinta, por eso nadie tenía un manual que guiara a los músicos de Colombia en la realización de presentaciones a través de plataformas de streaming, cada cual, desde su experiencia y recursos, se las ha arreglado como ha podido para seguir en contacto con sus seguidores, incluyendo también, los festivales de música que decidieron llevarse a cabo este año.
Texto de Alexander Múnera Restrepo (@_AlexanderM) // Fotos de Yojan Valencia (@YojanValencia)
Altavoz 2020 hizo una apuesta arriesgada en su versión número 17, hacer el festival a pesar de las circunstancias que exige el coronavirus. Razones para ello, muchas, entre otras, ayudar a soportar con un recurso económico, este año de vacas flacas, a las 66 agrupaciones que estuvieron en los Ciudad Altavoz y las que pasarán al Altavoz Fest. Además por supuesto, reactivar el sector de conciertos para Medellín y todo lo que eso implica para empresas de backline, logística, medios de comunicación, transporte, diseño, alimentación y sonido.
Sin embargo, reconociendo la importancia de este impulso, cuando se va al detalle de los shows y la transmisión del festival, se pueden rescatar algunos aspectos y llamar la atención de otros cuantos:
Lo positivo
Sin lugar a dudas, seguir haciendo el festival siempre será un acierto. Ahora, si se habla de la transmisión, se debe reconocer la limpieza estética de la misma y el cuidado de los detalles visuales. También fue positivo la invitación a músicos y comunicadores expertos en cada una de las categorías, para hacer las entrevistas y presentaciones de los proyectos sonoros, eso refrescó la imagen del recital. Además de ser otra posibilidad para las agrupaciones, de visibilizarse a partir de la oralidad, funcionó como un complemento a los conciertos.
Lo que más llamó la atención, fue la manera de vivir las presentaciones del público, desde el chat se pudieron ver los diálogos y comentarios habituales de los conciertos, “¿Dónde está mi zapato?, se me perdieron las llaves, acompáñame al baño, me va a dejar el metro, cerveza, chicles, cigarrillo…” y muchos más mensajes que dibujaban en la mente de tod@s esas escenas típicas de un show en vivo.
Lo que se propone para mejorar
Dejando claro que nadie estaba preparado para hacer o transmitir un show en formato virtual, es importante reconocer que las primeras cuatro jornadas (del viernes en adelante el sonido mejoro notablemente), quien estaba delante del computador o el celular, padecía una mezcla de audio deficiente y por ende se perdía un porcentaje amplio del contenido musical de los conciertos. Igualmente, se llama la atención de las bandas, quienes, excepto algunos pocos casos muy honrosos y creativos, no propusieron un diálogo con la cámara y quienes los estábamos viendo desde casa, se limitaron a ofrecer un concierto sin los recursos que exigía una interpretación virtual.
Algo quedó evidenciado: el imaginario de los músicos frente a los retos y oportunidades del actual ecosistema digital, eso que se denomina hipermúsica, es limitado y poco explorado. Hay que destacar la intención de Perros de reserva en la creación de un recital interactivo, desde días previos a la presentación, el grupo buscó involucrar al público.
Otro caso es el de O.D.I.O, grupo que intentó aprovechar la transmisión para regalar un kit de la banda, una estrategia válida desde la lógica de la participación, pero pudieron arriesgar más.
De otro lado, y conectando con el punto anterior, más allá del parche y la camaradería (que está bien), quedó claro que el público fue muchas veces irrespetuoso con las agrupaciones, por momentos, algunos comentarios agredían a los artistas y también a los presentadores. El ágora digital exige respeto pues es un reflejo de la vida en sociedad.
Para enriquecer las transmisiones, era importante que algunos de los presentadores (músicos y comunicadores) se prepararan mucho mejor para la invitación que les hizo Altavoz, no puede ser que a estas alturas de la vida, todavía se formulen preguntas como “quién es el más juicioso e impuntual de la banda, o cuántos integrantes tiene tu grupo”, hizo falta más preparación. De hecho, algunos presentadores fueron atacados también por la audiencia digital con comentarios agresivos y descalificadores. La organización pudo planear mejor la estrategia de moderación de contenidos sin coartar la librertad de expresión.
Un decálogo de acuerdos previo, una socialización a través de un Live con artistas y organización, por ejemplo, donde se llegaban a acuerdos mínimos, eso quizás hubiese aportado. Este es otro reto para todas las partes del proceso.
En cuanto a lo musical
Sin haber escuchado las primeras categorías muy bien, me atrevo a decir que, en términos generales, todas las bandas tienen claros los detalles que los hacen representantes de sus géneros; por supuesto, la experiencia y ensayos, evidencian un nivel más elevado en unas agrupaciones más que en otras; pero eso es apenas normal en los procesos humanos y artísticos.
La categoría electrónica y alternativa sobresale por su riesgo y creatividad; el punk y el rock por tener un grado de calidad alto y parejo; el rap por saber mezclar muy bien otros sonidos con esa base hip hop, que suena tan bien con casi todo.
HagalaU acompaña y busca aportar, como desde 2004, al proceso del festival. #HagalaU20años
Los dejo con estas cifras oficiales y les pregunto ¿Cuál es su visión de los conciertos Ciudad Altavoz 2020?