“Enjambre Solar” fue un disco lanzado en junio del 2020 por Hermanos Menores y calificado por ellos mismos como “música ininteligible”. José Gallardo Arbeláez, el autor de esta reseña, nos da algunos elementos para entender y escucharlos mejor.
Por José Gallardo Arbeláez // @MuInmobiliaria
Como un aguacero intenso, lleno de goterones cayéndote en la cabeza, el casco, la gorra o el pelo, sientes que el frío de la capital va entrando lentamente en tus medias y mojando el último espacio de dignidad que se podría tener en esta situación. Así, como cuando uno se empapa en el DC, comienza este disco de los Hermanos Menores: una horda de kraut-rolo te inunda completamente, dejando atrás la influencia gringo-europea o su cercanía con proyectos como Don Caballero o similares, para sentir que Bogotá te abruma en forma de aguacero sonoro.
Enjambre solar es un collage armado en pos-producción por la mano de Daniel-Hito de Piedra (guitarrista de los Menores), grabado con una vieja grabadora análoga en el taller de alto desempleo, y en otros lugares más alejados como el campo, la sabana (el hogar de la papita criolla), que hace de este trabajo no un krautrock sino, un kraut-rolo.
Su interpretación, composición y maduración, dependió de ese proceso de captura, revisión de archivo, análisis, escucha y posterior edición. Es un disco que diríamos por su naturaleza, es imposible de realizar de nuevo, que resiste un registro mayor al que se tiene, puesto que su creación parte del sujetar instantes aislados en tiempo y espacio, confiando que por tener una relación intrínseca entre sus autores, sus materiales, su familiaridad, los hijos nuevos (digamos putativos) y energía sonora, puedan darle forma al discurso.
En algunos tracks, pareciera que esto tuviera sentido, en otros, podemos disfrutar del copy paste al infinito de posibilidades, casi como una pared de cualquier ciudad, donde el palimpsesto sonoro se hace visible en forma de cassete, formato final donde reposa este trabajo de sonofijación.
Se podría asegurar entonces que este disco es una pieza de arte sonoro, pues desde sus intenciones primarias, la idea no era utilizar el sonido como se hace en la música, ni tampoco se esconden intenciones a priori en su composición, todo es una construcción a posteriori con el sonido en forma de plástica sonora, donde el elemento técnico musical pierde valor y se vuelve una forma poética más, que entra a dialogar con otras: la política, lo social, lo cultural, el encierro, la enfermedad, la o las realidades.
Se podría decir que este es el disco más arriesgado del trío, el cual que logra establecer una distancia con su famoso Campoamalia y su predecesor Las ciudades devoran pueblos, para buscar otro camino de tantos que puede haber en la construcción del discurso sonoro. Desde esa perspectiva, refresca todo lo que está siendo publicado por las bandas de rock que suelen juntar como rock alternativo junto a los Hermanos Menores. Este disco logra alejarlos de esa categoría ya molesta (como a su vez lo fue el krautrock en Alemania), para clasificar cualquier cosa que suene ahora.
De una cosa estoy muy seguro, y es que seré muy feliz cuando escuche a los Hermanos Menores interpretando este nuevo camino sonoro que han emprendido.