“Trazando el punk de Castilla: Rastreo desbordamiento y memoria punk. Recorridos centrados en las relaciones entre el punk y el territorio”. La memoria a través de la música.
Texto de Alexander Múnera Restrepo // Fotografías extraídas de la página oficial de Mala Hierba en facebook // 26 de septiembre de 2019
Era una tarde de esas que lo ponen a uno a dudar si va a llover o no. Cuando llegamos a la cancha Francisco Antonio Zea de la comuna 5, lo primero que nos llamó la atención fue una mujer acostada en el suelo y cubierta de piedras. Se trataba de una intervención artística dirigida por la Fundación Mi Sangre que llevaba a reflexionar sobre la memoria y sensibilizar al otro sobre la creación y la vida; un performance que se quiere hacer en varias partes del país.
Luego de la puesta en escena, creció un poco más la ansiedad y ya queríamos arrancar la caminata punk, iniciativa que nació a partir del libro Mala Hierba, escrito por Caliche (Carlos David Bravo, baterista de DesadaptadoZ), en el que hace una cartografía “sonora” de lo que fueron los lugares y personas más representativas del punk, desde los 80’s del siglo XX hasta la primera década del XXI, en Castilla y sus barrios aledaños; cómo se relacionaban con el territorio y con la sociedad de su época.
Nos juntamos entonces en torno a una grabadora de casette vieja, misma que se convertiría en la banda sonora de todo el trayecto, y Caliche, junto a Roberth (otro punk viaja guardia de Castilla), empiezan a hablar y nos dan un contexto del libro y lo que vamos a vivir durante las próximas tres horas. Sin arrancar, empiezan los aprendizajes: En un principio, los encuentros para escuchar música, intercambiar discos y poguear, se llamaron notas; pero luego este término lo empezaron a usar más los metaleros y los punks cambiaron la palabra a parche, afirma uno de ellos.
La poesía también se hizo presente en el preámbulo y Caliche leyó este texto:
The Best
"Soy un ser de finales del siglo XX,/cambalache como dice el tango,/de la época de salsa y rock’n’roll.//Sí, soy de la época de Pablo Escobar, Bareta, Punk, Cocaína y María Auxiliadora.//Soy de ese tiempo lejano/de jóvenes extremadamente violentos,/radicales en sus actos, feroces y altaneros,/soy parte de esa camada/de muchachos que en los ochenta caminaban alegres por Medellín/como amos y señores de la ciudad".
Poema de Giovanni Oquendo David (Q.E.P.D) bajista de Desadaptadoz.
Así se daba inició a la caminada; pero justo antes de dejar la cancha, algunos se antojaron de comprar una cerveza para hidratar los pasos y así fue como conocimos a Madre Monte, la marca de la cerveza artesanal que muchos consumimos esa tarde-noche mientras andábamos por las calles de la Zona 2, sin pensar, ni por equivocación, en el código de policía que nos “prohíbe” a los colombianos, hace más de un año, el consumo de bebidas alcohólicas en el espacio público.
“A paso punk” como dice Caliche, por fin empezamos a andar y a conocer uno de los dos recorridos que propone "Mala Hierba". La primea estación, sin contar el punto de encuentro donde también se hacían Los Semen, fue un parque a dos o tres cuadras del lugar donde estábamos, referente de muchas de las galladas del sector.
Unas cuadras más y a la vuelta, llegamos a la casa de El gordo (Oscar Zapata -Q.E.P.D- guitarrista de Desadaptadoz), quizá, uno de los puntos más emotivos del mapa, pues su partida aún se siente fresca en la memoria. Con su propia música de fondo y un brindis, seguimos el camino.
Continuamos subiendo y arribamos sin duda, a uno de los grafitis más antiguos de la ciudad, el parche de The Wastes, otra gallada que como el resto, marcaba su territorio con pintas o letreros en las paredes. Aquí, no solo se habló de esta característica punkera, también se relacionó al movimiento con los tugurianos, algunos líderes sociales y se reflexionó sobre cómo, a muchos se nos olvida que Medellín, no es solo la ciudad pacata y traqueta que a veces parece ser la protagonista de todo, sino que desde siempre, también ha tenido grupos resistentes que han trabajado en comunidad y que no se han dejado ganar por ninguna clase de violencia.
Vamos andando “a paso punk”, en fila y sin despegarnos mucho del grupo, mientras pasamos las calles con curiosos mirando a las personas (alrededor de 30) que con morrales, botas, camisetas negras, cretas y hasta un perro, seguíamos el rastro de los punkeros de las décadas del 80 y 90 del siglo pasado. Con el olor a mariguana de las esquinas y los vallenatos o guascas de algunos balcones que muchas veces lograron poner en segundo plano la grabadora vieja del inicio, llegamos hasta la casa de Caliche, allí nos sigue soltando datos como si su memoria no tuviera fondo y habla de personajes como El calvo, Robert (quien nos viene acompañando durante todo el camino) y Bibiana Acevedo, quien hace un tiempo montó un blog donde ha compartido mucha de la música que revivimos en la caminata.
Nos dan un refrigerio y después de estar bien llenitos, seguimos tres estaciones más con atisbo de agua; pero sin resultados contundentes. Arribamos al mural Caos en Castilla, en el que se pintó la esencia punk de la que hemos venido conversando desde que empezó el recorrido y después de tomarnos una foto grupal, nos muestra lo que ‘Caliche’ llama la biblia punk, editado en 1978 en España y titulado “Punk, la muerte joven”, escrito por Juan Carlos Kreimer, es un libro que describe de manera visceral y honesta, el nacimiento de este movimiento subterráneo en Inglaterra.
Más adelante, nos acercamos a la puerta de la I.E. Elisa Arango de Cock, donde luego de una para de aproximadamente año y medio sin conciertos en la ciudad debido a la violencia que se sentía en ese entonces (primeros años de los 90), se hicieron tres versiones del festival Más allá de la piel, un evento que no solo le devolvía el alma a la escena independiente de Medellín, sino que también ayudaba a afianzar las relaciones entre metaleros y punkeros, que para ese momento de la historia, según nuestros narradores presenciales, ya se habían limado casi por completo.
De nuevo a caminar “a paso punk” hasta nuestra última parada de la jornada, con música de Dario Gómez, que sonaba en la tienda de una esquina, nos fuimos alejando hasta el petroglifo punk, una gran roca que está pintada por ambas caras y demuestra otra vez, como los punks se apropian de su territorio y lo marcan para sentirlo más suyo.
A lo largo del recorrido, se contaron muchas más historias, las colecciones colectivas de discos porque para una sola persona era muy difícil costear ese tipo de gasto. Los turnos cada 20 minutos para que las distintas galladas pudieran entrar a las casas donde se hacían los 'parches' y escuchar los discos o poguear las canciones. Como muchos de los punks que en ese entonces fueron subvalorados, hoy son profesionales universitarios casi todos y siguen con el punk en sus cabezas y vidas. Las largas caminadas, atravesando la ciudad, detrás de los conciertos o discos, así que como la que nosotros hicimos, no tan larga; pero sí detrás de las historias y los vestigios de uno de los movimientos más importantes de la música independiente no solo de Medellín, sino de Colombia: el punk medallo.