Crónica de un concierto lleno de amigos, alegría expansiva y largas filas. Un rito de rock.
Por: Santiago Arango Naranjo // @santiagocancion // 9 de octubre de 2017
El 6 de junio de 2017 fue confirmada la visita por primera vez a Colombia de la banda irlandesa U2; desde ese día me tracé la meta de vivir ese concierto de una agrupación que ha marcado mi vida cual amor por una abuela alcahueta y sabia.
Sin salir a la venta las entradas compré los tiquetes aéreos. ¡Confiaba! Luego, la tortuosa espera para conseguir la boleta fue tan sufrida como lo ha sido el intento de Colombia para llegar a Rusia 2018 (escribo esto 2 días antes del partido contra Perú, cotejo al que le tengo fe):
Primero un reducido número de entradas a la venta para miembros del club de fans oficial (al cual no pertenezco; ni a ese ni a ninguno); luego, la preventa preferencial para clientes de un grupo bancario y acto seguido, venta general. Pero ahí apenas iniciaba la experiencia de una mala noticia y que me aporreó como la derrota del No en el referendo por la paz del 1 de octubre de 2016. ¡Se agotaron en un día! Me quedé sin entrada.
Pasaron los meses y luego de bregar con especuladores que cobraban un millón, $800mil u otras ofertas más económicas -pero con vista parcial al escenario-, al fin adquirí la entrada el v-i-e-r-n-es 6 de octubre con un amigo que vino desde Bogotá al Breakfest. ¡Era una realidad: Un día antes del show tenía la entrada en mis manos!
Y brotó un nuevo día. Aterricé a las 9:30a.m. Estaba en Bogotá ¡Por fortuna tenía tiempo de dormir! ¡Pude reponerme después del trasnocho y la fiestecita con otros grandes de la corriente del synth pop: Pet Sop Boys y su fino performance en el Breakfest! ¡Un concierto que atesoraremos en el paraíso donde damos gloriosa vida eterna a los buenos momentos!
Llegó la tarde. Cielo azul y no se avizoraban nubarrones de lluvia. ¡Todo pintaba un clima ideal! A las 5 del sábado 7 de octubre me desplacé con mi amigo “Gallina” hacía el Estadio Nemesio Camacho El Campín. ¡Gorras a $15mil, gorras a $15mil pesitos!”, “lleve la camiseta oficial”, “No se quede sin su recuerdo”: así nos recibían a gritos los vendedores informales que salieron al rebusque para aprovechar la visita de los irlandeses.
Llegamos a la fila y… ¡oh desorden para la localidad de cancha! ¡Pero moral! Íbamos a escuchar en vivo uno de los discos fundamentales de la historia del rock: ¡The Joshua Tree!
Así que una Poker helada, una entretenida charla sobre la formación de públicos y con calma, estuvimos a paso lento 1 hora aunque justo para casi entrar… digo casi porque preciso cuando íbamos a coronar, ahí, pegados del Campín, vimos a dos amigos bogotanos, me salí de la fila para abrazarlos y al tratar de incorporarnos, un policía nos sacó, diciendo que debíamos hacer de nuevo la larga cola… dijo que estábamos colados. ¡No hubo poder humano para explicar que llevábamos una hora cual ganado al matadero! Señores, debimos hacer de nuevo la fila y esta vez, el recorrido tardó una hora y 20 minutos.
¡Pero llegó el turno de la victoria! ¡Un triunfo en nombre del amor… al rock! A las 7:30p.m., cuando sonó el primer acorde de Noel Gallagher High Flying Birds, en ese instante ingresamos al estadio.
El ex Oasis fue parco con el público –aunque intentó no serlo, pero no le dio, ese es Noel-; pero en su recital fue generoso, tocó clásicos del brit que tejió con su ex banda: “Wonderwall” y “Don´t Look Back In Anger”, aunque con pequeñas variaciones, fueron coreadas por un 70por ciento del estadio. El show fue directo, fueron 50 minutos guitarreros y una despedida con un enérgico ¡Viva Colombia! Así recordaremos el acto de este británico que ya nos había visitado en el Festival Estéreo Picnic 2016.
Tras el show de apertura pasaron 45 minutos y tuvimos tiempo de recargar con una hamburguesa –maluquita, la carne estaba helada: todo sea dicho-. A eso de las 9:07 de la noche se apagó una parte de las luces del estadio y eso predecía que el momento se acercaba: la gente se abrazaba con euforia y con expectativa férrea, clavaba su mirada en el escenario como un jaguar lo hace segundos previos a la cacería.
Bono en vivo. Foto: Santiago Arango
La sangre hervía en ese momento pero no era suficiente y por eso erupcionó como volcán en una algarabía propia de un concierto histórico: el estadio a oscuras y entonces vimos –como lo ha hecho en gran parte de la gira- a un Larry Mullen Jr. que caminó hacia la batería con una serenidad y confianza que sólo enseña la experiencia. Vestido todo de negro, en medio de gritos, se acomodó en la silla y entonces… El compás de la batería anunció “Sunday Bloody Sunday” que se encontró con la magistral guitarra de The Edge…
¡39mil almas saludaban a esos héroes que los han acompañado a batallar el día a día con los escudos de sus canciones! Al cierre de la pieza, Bono y un saludo que enamoró al estadio completo a la par que celebraba estar en un país magnífico: “Colombia, finalmente estamos aquí”, dijo.
"Qué buen parche", dijo Bono al público colombiano. Foto: Santiago Arango Naranjo
De regreso a la música, la banda interpretó las 11 canciones del disco que inspiró la gira, el 5to en su discografía que fue lanzado en 1987 y que les mereció un premio Grammy; entre canción y canción, el público estupefacto bailaba, brincaba, otros lloraban, era imposible no conmoverse con esas odas que nos han colmado de amor, esperanza y reflexión durante años: “ Where The Streets Have No name”, “New Year’s Day”, “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” y “With Or Without You”…
Bono sacó sus dotes de gran líder y habló de esperanza, saludo a la luna, evocó la paz y dijo: “la paz no es un sueño, es una acción”; también, tuvo tiempo para mencionar a James Rodríguez, Fernando Botero y García Márquez, de quien dijo que fue un héroe.
A lo largo del repertorio, pude cantar enardecido de alegría, salté exaltado como un niño estrenando balón de fútbol, se me aguaron los ojos y con absoluta dicha le decía a Gallina, mi amigo y compañero de concierto: “Perro, esto es increíble, escuchá”; él, respondía con una mueca de asombro y mientras, los dos nos mirábamos con complicidad y cada quien cerraba los ojos y se metía en ese rito único de la música, la banda, los otros, su energía regada en el ambiente y finalmente, vos –es decir, yo- y la emotividad de visitar el Olimpo de los conciertos.
También en el desarrollo del repertorio, como debe ser en una verdadera expresión de arte, las visuales estaban sincronizadas con un sigilo gatuno en cada movimiento de cámara, en un punteo o a través de la imagen en pantalla con una meditación puntual como la guerra.
A eso de las 10:50 de la noche, U2 se fue del escenario pero el 99 por ciento del público sabía que volvería y así fue para interpretar himnos recientes como Elevation, Beatiful Day y Vertigo.
Luego de otro amague, Gallina me dijo, “Vamos”; y le respondí, “No guevón, un concierto de U2 no puede terminar con Bono diciendo simplemente gracias”; tiene que venir algo más.
En efecto, inició el homenaje a las mujeres como parte de la actual campaña del grupo para que se les brinde educación en todos los lugares del mundo; en el homenaje aparecieron nombres como Frida Kahlo, Gabriela Mistral, Mercedes Sosa, Rigoberta Menchú, Michelle Bachellet, la Madre Teresa, Patti Smith, entre muchas otras; por Colombia, fueron honradas como representación femenina, Toto La Momposina, La Pola y Caterine Ibargüen.
¡Y había más! Cerrando el rito, “One”, una canción que quedó grabada como un mantra divino para existir: “One love, one blood, one life”; mientras sonaba la canción y todos la cantábamos con la gratitud por la generosidad de un show único, en las pantallas se tejía el amarillo, azul y rojo de la bandera de Colombia entremezclada con una paloma blanca que aleteaba. ¡El mensaje fue más poderoso que una convención partidista!!
A la salida, le comenté entre risas a Gallina: “Te dije, un grupo como U2 no podía cerrar diciendo simplemente… gracias”.
Eran las 11:10 de la noche. Bono, The Edge, Larry Mullen Jr. y Adam Clayton cumplieron lo prometido cuando iniciaron su how en Bogotá: regalaron una noche épica de rock en Colombia.
Revivan con HagalaU los mejores momentos del concierto en el siguiente video:
Foto: Ross Stewartimg. Cortesía de Ocesa Colombia.