En Medellín, 'la música' nos exige que volvamos a ser personas #Opinión

- ¡Parce, es que en Cali sí hay cultura!  Me dijo el vocalista de un grupo de Medellín con no más (en ese entonces), de cinco años de trayectoria.

- Y le respondí: ¿Y por qué lo decís?

- Con entusiasmo arrebatado, pueril (si se quiere), me respondió: "Hermano, ¡hasta nos pedían autógrafos!"...

En Medellín no hay un censo real de cuántos grupos musicales existen en la ciudad, aunque tenemos el indicador de Altavoz Fest que ha tenido un promedio que oscila entre 210 y 260 propuestas presentadas a la convocatoria (en 2015 se presentaron 218 inscritos), recogiendo sonoridades particulares en torno al rock y sus sonidos alternativos y afines.  A la Fiesta de la Música (que recibe música tropical, popular, pop y también rock, entre otros géneros) se han presentado hasta 267 propuestas.  Y ambos proyectos son solo un indicador. 

Pero si se consulta, en el rap no hay un número exacto de bandas o solistas e igual pasa en el metal, el punk, la salsa, el jazz, el pop, el indie, la electrónica, el ska, el reggae, la canción de autor, el folk, el folclor y en fin, en todos los sonidos que se crucen por la cabeza... Ahora, el punto es el siguiente: ¿se imaginan cuántos de esos grupos creen que el               s e n t i d o   de lo que hacen es que les pidan autógrafos?

Y entonces aquí caben preguntas recurrentes: ¿cuál es el sentido de hacer música? ¿Por qué componer una canción? Y esta pregunta la he formulado y será necesario seguirla planteando (más aún con las quimeras de miles de seguidores en redes sociales que en muchos casos son el fundamento de un castillo de naipes):  ¿todo el que hace una canción es un artista?...

Ahí entonces es inevitable cual llegada de la noche, que surjan otras preguntas: ¿Qué ha pasado con los grupos que han tocado en Altavoz Fest (antes Festival Internacional Altavoz) desde su primera edición en 2004?  ¿Cuántos músicos existen en Medellín? ¿Cuántos músicos viven de su oficio en la ciudad?  

El año pasado -2015- la Secretaría de Cultura Ciudadana de la alcaldía de Medellín intentó resolver algunas de estas preguntas en una separata que circuló con la Revista Arcadia y que estuvo integrada por 10 números.  Y la edición No. 1, tenía justo como eje esta pregunta: ¿Se puede vivir de la música en Medellín?  Entre múltiples posturas, Andrés Moore decía: "Tenés que ser una banda que jale mucho para recuperar".  Y por su parte, José Pablo Arbeláez de Matute decía para la misma publicación: "Se puede vivir si uno presta muchos servicios".  En fin, ese no es el punto de este texto pero lo cierto es que la pregunta no queda resuelta, porque, hoy, año 2016: ¿cuántas son esas bandas de Medellín que jalan mucho  y pueden llevar 250 personas a un show, pagando $20mil pesos?

Y entonces regresamos al palacio de las preguntas que son múltiples, diversas, variadas... y la lista puede ser infinita y las cavilaciones tan largas como una  é p o c a  de fiesta universitaria: ¡toda la se-ma-na! Pero ese tampoco es el tema de este artículo, ni tampoco lo es Altavoz Fest (se cita como ejemplo como proyecto aglutinador); aquí la pregunta es por quiénes somos y qué hacemos, cómo actuamos, qué soñamos y qué estamos dispuestos a hacer para cumplir esos sueños... Aclaro, enfocados en la música. 

Mejor dicho: en Medellín hay festivales establecidos en diferentes comunas como la 4 o la 6 (a manera de ilustración, porque son varios), parches en barrios y sectores como Castilla, Belén, El Poblado, el centro, entre otros rincones de este contaminado Valle; Y en Antioquia, se realizan recitales como Urabá Grita Rock, Rock a la perra (Jericó), Urban Festival (Pueblorrico), Más que sonidos (Guatapé), Víboral Rock (El Carmen de Víboral), Rock al Río (Rionegro); en el circuito nacional, festivales en Pasto, Manizales, Neiva, Pereira, Popayán, Buga, Cali, Bogotá, Ibagué y en otras ciudades, todos abiertos para que lleguen bandas paisas como en efecto ha sucedido; de otro lado, si se abre la ventana para hablar de las giras en el exterior -con todo el esfuerzo que implica-, la realidad es que han salido a tocar grupos y artistas de metal, electrónica, canción de autor, folclor, industrial, reggae, jazz, punk y de otras tendencias, llegando a países como África, China, Estados Unidos, España, México, Ecuador, Perú, Argentina, Noruega y Panamá, entre otros múltiples lugares del exterior. 

En proceso de crecimiento, maduración y expansión, múltiples programas y medios independientes como De picnic, La Fonda del Metal, Rockal, Noise Armada, Bajo Asfalto, Radio U, Revista Música, Medellín Hip Hop, HagalaU y otros medios, unos con mayor experiencia que otros y con diferenciación de procesos pero en resumen, todos remando para llegar a un mismo puerto, la expansión de su quehacer a través de la música. 

Por eso, la cuestión es: claro que se trata de festivales, medios para sonar y contar el trabajo musical, estímulos del gobierno local, departamental y nacional, ensayaderos, estudios de grabación, tiendas de música, bares... ¡Y si nos miramos como ciudad en comparación con otros parches del país, somos privilegiados!  

Por eso, reitero, hay que aplaudir las múltiples posibilidades que existen -ya mencionadas algunas-, pero hay que volver a la raíz, al "centro del punto de partida" -como dice Jaguares en una de sus canciones-, porque no sirve de nada que existan grupos, cientos de músicos, medios, festivales, becas, estímulos, ruedas de negocios, parches en los barrios, estudios, academias de música, tiendas de música, público... y lo que quieran agregar, nada de eso sirve, si se nos olvida ser           p e r s o n a s.  ¿Ah, pero cómo así? Así, tal cual.  Porque: 

¿Cómo explicar que una banda desconecte los amplificadores de un grupo que sube a escenario después de ellos? ¿Qué significa que un músico agreda al organizador de un evento porque no le da trago, incluso después de cumplir con el catering? ¿Cuál es el fin de un grupo que ataca al director de un festival porque no es seleccionado en una convocatoria? ¿Tiene credibilidad un medio de comunicación que insulta, se mofa o modifica el nombre de una agrupación solo para la burla? ¿Por qué atacar a una banda simplemente si ha logrado una repercusión nacional o internacional en menos tiempo que otras? ¿Cuál es el sentido de crear odios entre bandas y peor aún, transmitirlo a sus seguidores? ¿De qué sirven las envidias si a un grupo le va mejor que a otros? ¿Es el éxito comercial, el reconocimiento o la fama la premisa de los grupos en la ciudad? ¿Hay una confusión entre vivir dignamente de la música y querer ser estrellas? ¿En la música  y en el contexto particular de la ciudad ya aplica el #todovale? ¿Dónde queda el arte? ¿Ha suplido el entretenimiento la creación poética?

En fin, al igual que atrás en este artículo, las preguntas pueden seguir como una trágica fila de desplazados reclamando sus tierras. 

Por eso, hoy quiero opinar sin querer convencer a nadie de nada y sin pretender sentar estas líneas como lineamientos de conducta, ¡Bah! No hay un asomo de esa intención; estas palabras surgen como aprendizaje y reflexión luego de compartir con muchos músicos y bandas durante tantos años. Hay que seguir creciendo, soñando, avanzando, pero no ha cualquier costo o pasando por encima de quien sea; ¡No! La música de la ciudad y el arte en general no pueden viciarse de los malos hábitos y prácticas de algunos de los políticos del país con quienes a diario nos bombardean en las noticias.  Es vital estremecernos con las canciones o en los conciertos para que, como dice el Teatro Matacandelas al hablar de su oficio escénico, reafirmemos "el carácter humano, emotivo,  intelectual y social"... también a través de la música.  El arte nos humaniza, aunque suene a redundancia.  

Así que volvamos a lo simple, a ser personas y si quieren, a ser hermanos, esa mala película de ser ciudadanos del mundo hay que tratar de entenderla y saber que también puede ser una soga al cuello.  Seamos parners en Medallo y en Colombia.  Hay que crecer juntos para avanzar.  Pueden llegar más oportunidades para crecer pero el camino siempre será más largo si el egoísmo (y envenenado) se mueve entre nosotros camuflado como mina antipersona.  Y creo que todos queremos caminar y llegar al concierto. 

La foto del artículo es extraída del disco "Blue is the Color of my Soul" del grupo Blue Art Musique 

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