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Las miles de personas que en alguna oportunidad marcharon diciendo que los “buenos somos más”, frase que se desdibujó en el tiempo como una trivialidad, comprenderían que con acciones como posibilitar la danza y la música a los niños de un barrio matizado por la violencia, se hace un aporte real. Si se quiere, un acto de “buenos”. Para la muestra, tremendo ejemplo: Son Batá.
Son Batá, sinónimo de sabor y de tambores africanos que son sagrados para algunas culturas, es un nombre recientemente balbuceado, parafraeseando y buscado en google y facebook por muchos. ¿La razón? Breve: en 2011 el grupo recibió tres reconocimientos a su labor:
Fueron elegidos por el grupo Red Hot Chili Peppers para ser su opening band en Colombia, ganaron un premio como Mejor conjunto de chirimía del país, en la XV edición del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez y, para cerrar el ao con broche de oro, ganaron un Premio SHOCK de la Música..
Para celebrar por partida doble, cuando llegaron del Petronio a Medellín, el grupo ingresó a su barrio Nuevo Conquistadores en la Comuna 13 haciendo ruido con tambores y llamadores, saltando, riendo por la satisfacción de alcanzar una quimera que de hecho jamás concibieron: ¡abrirle a… ganar el…!
¡Y qué irónico! Llegaron en algarabía como cuando arrancaron: percutiendo y arrebatándole canciones a la violencia. Sí, porque años atrás, en 2003 y 2004, cuando empezaron con su idea de transformar la Comuna 13 en un terreno fértil para los sueños, se tomaban una terraza o una esquina para darle, literalmente, a baldes y canecas. Así lo explica uno de sus líderes, Jhon Jaime Sánchez:
“Cuando empezamos en una terraza a tocar a la gente le parecíamos unos extraterrestres pero para nosotros era simple: queríamos empezar a cambiar la realidad en la que vivíamos y donde la bala mandaba la parada”.
Cargados de humor, alegría y la convicción de ir por la senda correcta, en su proceso se han cruzado embajadas, alcaldías, ministerios, empresas de instrumentos y ONG’s internacionales que los han acompañado en la consolidación de sus objetivos:
Plantar el arte y la cultura como herramientas para la transformación social, aportar a la reconstrucción étnica afro colombiana y ser puentes que ayuden a los pelaos a desarrollar planes y proyectos de vida alejados de la errada idea del poder que les han ofrecido en sus barrios: fierro al cinto, la moto más ruidosa con la nenita más linda del barrio de parrillera, el respeto de la cuadra y, fijo, como quien sabe que no sirve aullar a la luna para exorcizar demonios, funeral y ‘cajón’ con pocos años de vida.
La coherencia entre lo pensado y lo hecho da un resultado: creación. Y por eso Son Batá hoy tiene un equipo base de 73 integrantes y 250 niños y niñas distribuidos en 9 sedes, en las comunas 6, 8, 9 y 13 quienes se reparten en sus escuelas de baile, teatro y música. Niños desde los 6 años hasta jovencit@s de 15 primaveras.
Como si fuera poco, han madurado el proyecto con distintos frentes de acción y apoyados en su equipo base de 73 espíritus transformadores, quienes integran: la Chirimía Orquesta Son Batá; el grupo de Street Dance llamado Black and White; los ganadores del Petronio, la Chirimía Tradicional Bantú; el grupo de danzas denominado Danzas Quilombo; la corte del teatro Matamba y, finalmente, Afro Hip Hop Colombia Son Batá, quienes fueron los encargados del pre antes del c a l i f o r n i c a t i o nnnn…
Comenta John Jaime que en “la 13 hay muchas bases militares pero la casa de la cultura queda muyyy abajo en el barrio. Por eso, nuestra sede es abierta para que los pelaos del proceso lleguen, agarren su flauta o saxofón y ensayen, o que vayan a la terraza y bailen”.
En esta sede que ellos llaman Centro Cultural reposan los tambores, el alegre, el llamador, la tambora, las congas, las campanas, los timbales, las baterías, el saxofón, el clarinete, el trombón y otros instrumentos que, cuando son empuñados por cada uno de los pelaos engomados de las escuelas, la familia Son Batá sabe que están logran su cometido: mostrarle otras alternativas de vida alejadas del plomo y el tas tas.
En la otra sede manejan el tedioso pero necesario trabajo administrativo y allí, como otro eslabón que amarra sus objetivos cual cadena vaciada en el metal más puro y bien forjado, están montando su estudio de grabación gracias al respaldo de instituciones que apuestan a la vida.
El trabajo de este combo de jóvenes entre los 17 y 27 años se ha convertido en modelo para los niños, los padres de familia y la comunidad en general, aunque la vida no siempre es dulce, pues los “pillos” o actores de los bandos armados del sector respetan el trabajo de Son Batá, aún cuando por error en 2010 fue asesinado uno de los líderes del colectivo. Jhon Jaime, serena y conscientemente dice que “la relación con los parches calientes es un de respecto máximo. Quienes lideran los combos dicen que somos los educadores del barrio”.
Lo cierto es que, afincados en la Comuna 13 de Medellín, una de las más calientes de la ciudad, Son Batá está esculpiendo su propia efigie a la resistencia.
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