Bohemian Rhapsody – Queen
Por: Felipe Grajales Mejía
“Mamá: Maté a un hombre, puse un arma contra su cabeza, apreté el gatillo y ahora él está muerto”. Esa es la primera frase de una obra de arte que se desarrolla en tres partes musicales diferentes que viajan entre la opera y el rock, y con una letra que trata de la condición humana: Bohemian Rapsody.
La canción fue grabada en 1975 para el álbum A Night at the Opera, y según la revista Rolling Stone, se exigió tanto la técnica de grabación que las cintas quedaron transparentes de todos los coros y elementos grabados.
Tiene todo lo que no recomiendan a la hora de hacer un éxito: no es pegajosa, no tiene coro, dura casi seis minutos y es compleja. Sin embargo Bohemian Rapsody es uno de esos casos donde el arte le gana al comercio. Llego a ser número uno en varios países y ha vendido millones de copias.
La canción tiene todo: buen concepto, buena música, buena letra y mucho virtuosismo de los músicos. Hay que darle un punto especial a la potencia de la voz de Freddy Mercury y su capacidad histriónica, pues en cada frase trasmite el sentimiento de lo que dice. En la primera parte se oye a un joven asustado, lleno de miedo y con la melancolía del condenado, que sabe que definitivamente todo ha cambiado y para peor: “No quiero morir, alguna veces quisiera no haber nacido”.
La segunda parte empieza con la opera, que lleva al oyente a un juicio ante los dioses. El juicio final de cada ser humano: “Soy solo un chico pobre y nadie me quiere”. El chico asustado pregunta “Me dejarán ir” y el coro responde con fuerza “No te vamos a dejar ir”. Al final el chico asustado parece resignado y dice con vehemencia “Déjenme ir, Belzebu, tiene un demonio preparado para mi”.
De ahí sigue la rabia, transmitida principalmente por la guitarra de Bryan May en un solo salvaje: “Piensas que puedes apedrearme y escupirme en los ojos, piensas que puedes amarme y dejarme morir” canta Freddy con ira. Es la parte cumbre de la canción. Es el clímax, y como en las novelas luego cae para la conclusión. Es un desenlace tranquilo y resignado. “Nada más importa, todo el mundo puede verlo, en realidad nada más importa, sople donde sople el viento”. El último paso es la aceptación, es la condición humana y el final perfecto de una obra de arte completa.
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