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Leonardo Garzón Ortiz, el Gerente de Música del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá, entidad encargada de echarse los festivales Al Parque (Rock, Salsa, Jazz, Hip Hop) al hombro, decía en una conversación que tuvimos, algo para reflexionar: Rock Al Parque “Es un reto pedagógico y político…”
La verdad, si se piensa bien esta frase, puede amoldarse fácilmente a otros festivales, no sólo de rock sino también de otras expresiones artísticas. Pero aquí, solo plantearemos el caso de los dos festivales de rock más importantes del país: Altavoz, que ya arrancó y Rock Al Parque que culminó su ciclo 2011 hace poco.
Entonces bien ¿por qué es un reto pedagógico? Porque tiene el deber de formar públicos. Y eso quiere decir, ofrecerles a todos los ciudadanos interesados, jornadas académicas donde se hable de la industria musical (grabaciones, derechos de autor, medios de comunicación, entre otros); además de proponer desde la curaduría del festival, grupos que aunque no se encuentren en el imaginario sonoro de la mayoría de personas que asistirán a los shows, con toda seguridad, sí abrirá sus mentes y sensibilidades.
¿Y político? Porque a partir de cosas tan sencillas como el cartel de conciertos, se genera una gran opinión pública –como sucedió en Facebook al terminarse la 17 versión de Rock Al Parque- y hay que entrar a conciliar con grupos e instituciones representativas de la ciudad para que ellos también se sientan incluidos y representados.
Este año se empezó a articular con “fuerza”, aunque tal fenómeno viene dándose ediciones atrás, a la empresa privada en Rock Al Parque, y Altavoz está haciendo gestiones para hacer algo similar. Un punto más que puede causar tensión entre la organización de ambos festivales y las demás personas con una mirada purista anti mercantil tienen gran sentido de pertenencia por los mismos.
Seguramente, las mentes radicales de muchos que aún piensan que el rock no debe venderse, les impidió con Rock Al Parque y les impedirá con Altavoz aceptar esta realidad y disfrutar de los carteles musicales que los dos eventos proponen.
Sin embargo, cualquiera que haya estado o visto por televisión a Rock Al Parque este año, pudo notar que no hubo artistas invitados por las marcas, que ni el escenario, ni las gradas del público estuvieron invadidas de logos comerciales y jamás se perdió la esencia del festival. Antes por el contario, creció en varios aspectos y siguió demostrando su importancia para Latinoamérica.
Es lógico pensar que con Altavoz sucederá algo muy parecido. Se hace substancial entonces, que todos comprendamos la necesidad de buscar financiación para nuestros festivales de rock. El recurso estatal para la cultura en este país es menos de un 1% del total del presupuesto nacional y por culpa de la oleada invernal se redujo más ese porcentaje. Eso quiere decir que a los dos festivales les quitaron dinero par atender los damnificados de las lluvias.
¿Qué problema pueda haber entonces con escuchar las frases promocionales de algún producto en el intermedio de cada banda, si al final podremos gozar de las presentaciones de grupos que tal vez pagando jamás podríamos ver? Y nos seguiremos sintiendo orgullosos de los festivales de rock que tenemos…
Quizá podríamos verlo como un deber de los privados, que están ejerciendo su responsabilidad social después de tanto recibir de parte nuestra. Y así, sin problema, ni discusiones, gozar del lenguaje universal, la música.
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