La música en Medellín es protagonista de una ciudad que resiste, así lo demostraron los músicos locales que se reunieron en el II Foro Zona de Riesgo Shock. El punk de I.R.A y el rock de Tr3sdeCoraZón, el hip hop de Sociedad FB7 y el noise alternativo de Nepentes, fueron las experiencias que sirvieron para reflexionar sobre una ciudad que se opone al conflicto a través de canciones y se transforma gracias a la apuesta cultural.

En 1991 Medellín era considerada una de las ciudades más violentas del mundo: “se presentaron 6.600 homicidios”, recordó Jorge Melguizo, Secretario de Desarrollo Social de Medellín y también participante del Foro. Los músicos invitados tienen muy presente ese panorama de violencia en sus recuerdos porque fue, en ésa misma época, cuando empezaron a utilizar la música como armadura contra las balas del narcotráfico y la violencia política que reinaba en el país.

Mónica Moreno, integrante de I.R-A, agrupación que cumple 25 años de existencia, recordó que aunque ellos decidieron hacer música, “los amigos que tomaron otros rumbos (violentos), se perdieron en esos caminos”.   José David Medina, investigador de la Corporación Región y miembro de la agrupación Sociedad FB7, aseguró que el impacto de la violencia naturalizó situaciones trágicas como ver agonizar a una persona en la calle. “Pero empezaron a renacer movilizaciones sociales ―dijo―. Apareció el hip hop y descubrí que no tenía que ser un sujeto pasivo que únicamente veía caer muertos. Con el hip hop pudimos decir muchas cosas, soltar dolores, elaborar duelos, entender por qué nos mataban a nuestros amigos”.

En la década de los noventa se consolidaron circuitos musicales de punk, metal y hip hop que se apropiaron de espacios de ciudad, “pese a que la misma ciudad los miraba sospechosamente”, advirtió Santiago Arango, director del Festival Altavoz y estudioso de la escena musical de Medellín.  Mientras el narcotráfico y la guerra entre actores armados arreciaba, la música ejerció su propio combate y transformó no sólo los imaginarios de muchos jóvenes, sino también la manera misma de hacer música.

I.R.A, por ejemplo, empezó con mensajes contestatarios que cuestionaban un mundo corrupto. “Pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que no todo está afuera, que también somos parte del problema y el ecosistema. Cuando uno comprende eso, se empieza a cantar a uno mismo”, señaló Mónica.  El hip hop, por su parte, salió del barrio y los ‘hoppers’ reconocieron en este género la posibilidad de ganar movilidad en la ciudad, de romper esas fronteras invisibles que construyeron los armados y que su música pudo traspasar. “Eso nos permitió entrar a rincones de la ciudad donde antes no podíamos”, advirtió el integrante de FB7, un grupo que perdió a tres de sus músicos por el conflicto armado.

Compromiso político.  Nepentes, una de las bandas de mayor proyección en la actualidad de Medellín, también es protagonista de ese movimiento musical que decidió resistirse al conflicto. Su baterista, Juan Carlos Sánchez contó que en los inicios de la banda, a los ensayos los antecedía el temor de salir y transportarse por zonas peligrosas de la ciudad. “Los bandidos nos robaron la noche, nos negaron la posibilidad de disfrutar de los espacios públicos, nos encerraron. Y al hacerlo, se apoderaron de todo el control político”. Y si algo tiene claro este músico es que “no se puede hablar de transformación sino se habla de poder”.

En 2004 un giro político le dio un espaldarazo a los proyectos musicales que hasta entonces habían trabajado incansablemente y con pocos recursos en los barrios de Medellín.  Jorge Melguizo explicó que los gobiernos anteriores invertían en cultura como máximo 60 centavos de cada 100 pesos del presupuesto. “Nosotros tomamos la decisión política de incrementar esa inversión a 5 pesos de cada 100. Empezamos a utilizar la cultura para transformar la ciudad”. Ello, sin duda, ayudó a disminuir las tasas de homicidios.

Fue así como se consolidaron programas que potencializaron el trabajo ya construido por muchos grupos musicales. “Decidimos apoyar lo que ellos habían hecho solos y ponerle un Altavoz para que fuera visible”, señaló Melguizo. Estos procesos han fortalecido a las agrupaciones. Nepentes, por ejemplo, se ha presentado en dos corregimientos y 11 de las 16 comunas en la que se divide la ciudad, gracias a Presupuesto Participativo, un programa de la Alcaldía que permite a los ciudadanos decidir en qué invertir los recursos públicos.

Ese mismo año nació Altavoz, otro programa municipal que no solo brinda proyección al talento de los jóvenes de la ciudad, sino que es un espacio para la convivencia a través del reconocimiento de distintos estilos de vida, tendencias juveniles y géneros musicales. “Hace diez años ―recordó el Secretario―, era imposible pensar en un festival en el que se reunieran los seguidores del punk y el rap. Se mataban, no metafóricamente, sino físicamente. Pero lo logramos demostrándoles que lo importante es el proyecto de ciudad, el respeto por el otro, el saber que el otro existe”.

“Una bomba que va a estallar”. Así definió Alejando Vélez, músico y organizador de Zona de Riesgo, a la dinámica musical que vive hoy Medellín.  Los retos, sin embargo, son varios. Para Santiago Arango el desafío está en trabajar en equipo, dialogar con otras experiencias para darle viabilidad a los proyectos. En los últimos años han surgido espacios que facilitan este propósito y son una alternativa distinta a las emisoras comerciales.  Algunas de estas iniciativas que le apuestan a los nuevos músicos son UN Radio, Cámara FM, Radio Altair, HagalaU y UnConvention.
Pero los músicos no desconocen que la violencia continúa acechante en sus barrios y que ello los compromete aún más. “La cultura del narcotráfico nos imposibilita muchas cosas ―advirtió Medina, de FB7―, pero tenemos que ganar más movilidad. Porque no sólo estamos narrando y contando nuestra historia, la estamos haciendo”. Y es que todos saben que la palabra, con algo de sonido, tiene el poder de transformar. Por ello, Mónica Moreno está convencida que “la música como entretenimiento no vale la pena”.

Foto (de izquierda a derecha): Alejando Vélez, organizador de Zona de Riesgo; Santiago Arango, director del Festival Altavoz; Juan Carlos Sánchez, de Nepentes; Pascual Gaviria, columnista y moderador del Foro; Andrés Felipe Muñoz, de Tr3s de Corazón; Jorge Melguizo, Secretario de Desarrollo Social de Medellín; Mónica Moreno, de IRA; José David Medina, de Sociedad FB7.

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