Éxtasis, desmayos, salto de bardas, filas casi interminables, requisas, gritos, aplausos…

Muchas veces en Medellín se ha dicho que su público se destaca por el buen comportamiento, la convivencia y tolerancia, todo eso los ha hecho reconocidos por varios medios y bandas nacionales o extranjeras. Pero es mejor aún ver y sentir como los asistentes de Rock al Parque se diferencian de otros públicos como el del Valle de Aburrá desde la misma cantidad de personas que van a los conciertos.

Es un mar de gente -algo así como dos estadios de fútbol llenos- que se conglomera cada año y abarrota el Simón Bolívar para ver muchas veces bandas que jamás han escuchado y esperar hasta el final los grupos que los motivan a estar desde la una de la tarde parados, apeñuscados, sudados, cansados, asoleados y muchas veces mojados.. Es como si sufrieran un trance sonoro, que los hace ignorar todas esas “incomodidades” para disfrutar de la música.

Por todo eso y más se merecen bandas como Apocalyptica, Haggard, Fito Páez, Andrés Calamaro, Manu Chao y demás artistas que han pasado por la tarima del festival ayudando a escribir la historia del Rock al Parque y regalándole a más de 80 mil personas sus espectáculos, para marcar en sus memorias imágenes auditivas que son muy difíciles de borrar.

Todo el respeto para su paciente espera, porque son un público que sabe de música y hace respetar su plaza, por su energía rocanrolera, porque jamás me dejará de sorprender verlos a todos juntos desde lo alto de una carpa, y por el festival que han mantenido bombeando durante 17 años. ¡Aplausos para ustedes, público de Rock al Parque!.

 

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