Por Alexander Múnera Restrepo / munera.restrepo@gmail.com
El bazar
A la 1:30 de la madrugada del domingo salimos del Matacandelas celebrando lo que había sido el día anterior y las casi dos horas del nuevo día. Nos íbamos cansados por haber estado más de 12 horas trabajando en pro de la música independiente de la ciudad y a la vez satisfechos por el deber cumplido.
HagalaU ¡No pase de largo! Y el Teatro Matacandelas fuimos anfitriones de dos actividades culturales que en realidad provenían de una sola: El segundo Festival Hertz, de donde emanaba el Primer Bazar de la Música HagalaU. Dos iniciativas que le apuestan a la asociatividad, la autogestión y a la percepción de la música local de una manera más universal.
Y aunque todos nos fuimos con una sonrisa en los labios, la verdad, la cosa no estuvo fácil.
Todo empezó hace aproximadamente dos meses, cuando a Santiago Arango se le ocurrió hacer en el marco del Festival Hertz, un bazar de la música, un espacio donde fuera posible reunir los distintos parches que hacen parte del circuito de la música de Medellín y Antioquia, con la intención de conocernos, o rencontrarnos según el caso… Llegar a acuerdos y poder trabajar como red en un futuro cercano.
Contagiados entonces de entusiasmo, nos embarcamos en ésta empresa y comenzamos a planear cada detalle. La idea desde el principio, fue invitar a todos los colectivos posibles (músicos, tiendas de discos, productoras audiovisuales, medios de comunicación, festivales, managers, sitios de comida, entre otros) para que se vincularan al Bazar y se hicieran presentes con sus propuestas.
Pero había que pensar también en la logística: el lugar, las mesas, las personas que nos podían ayudar, el sonido, el backline… ¡mmm! El backline, que problema fue obtenerlo, la empresa que estaba confirmada desde hacía una semana, nos quedó mal y a última hora nos tocó conseguir otra que menos mal dijo que sí, y el backline de Marcelo, nos salvó literalmente todo el día. Eso sí, hubo retrasos en las pruebas de sonido de casi todas las bandas.
Y es que el inicio siempre estuvo un poco inquietante, pues algo parecido pasó con quienes iban a ocupar los stands con sus proyectos, estaban citados para las 10:00a.m y sólo llegó uno a esa hora, luego a las once arribó otro y los demás fueron apareciendo luego de las doce, cuando se suponía, las puertas debían estar abiertas para el público.
Sin embargo, todos llegaban con una sonrisa y dispuestos a exponer sus trabajos con la mejor disposición, todos querían compartir con los demás su experiencia. A las 2:00p.m, cuando los primeros músicos se montaron en la tarima de El Cantadero a llenar de blues los rincones del Matacandelas y los cuerpos de los asistentes, ya el bazar estaba tejiendo sus redes y el ambiente se tornaba familiar, como si ya todos nos conociéramos desde hace años.
A eso de las 6:15p.m, cuando se terminó el Bazar, yo solo alcancé a ver caras de agrado, incluso de agradecimiento por haber sido parte de un evento tan importante para el circuito como lo fue el Primer Bazar de la Música HagalaU. Importante por la unión que generó con todos los eslabones que son parte de la llamada ‘escena de la música independiente’.
Un acontecimiento que se dio gracias a los amigos y las alianzas que se han afianzado con el tiempo. Gracias al Matacanelas, por abrir sus puertas y dejarnos habitar su casa; a las bandas por compartirnos su música; a los colectivos que se contagiaron de la idea; a Omar Narváez por su trabajo incansable en el montaje del escenario durante más de 12 horas, también al mono (Rodie) que estuvo junto a Omar todo el día; a Sebastián Martínez por la impecable transmisión de ambos eventos a través de www.hagalau.net y al público por la buena energía.
El Hertz
Despedimos y agradecimos a todos los que nos acompañaron esa tarde, invitándolos también al desconectado de Frankie ha muerto y JuanitaDientesVerdes a las 10:00p.m, un show que como lo dijimos siempre en cada anuncio, jamás se había visto en Medellín.
No obstante, el grupo de trabajo de HagalaU y el Matacandelas, seguíamos con el corre corre. Había que llevar las mesas prestadas a su lugar de origen, barrer el salón, limpiar, hacer otra prueba de sonido, incluso hacer inventario para saber que nada estaba perdido (aunque lastimosamente un disco duro sí desapareció)…
Preparativos todos, para recibir otro espectáculo y a otro público, el que quería ver la obra de teatro que se presentaba a las ocho esa misma noche: ‘La caída de la casa Usher’. Cuando todo estuvo en “orden”, tuvimos un par de horas para tomar un aire y recargar baterías para el resto de la jornada.
Apareció la hora acordada para el electro-acústico, junto con las personas que nos acompañarían durante las casi tres horas que se extendieron los dos conciertos. Un tiempo casi irreal, pues aunque éramos los mismos en el mismo sitio, la adrenalina era otra, era una sensación más apacible; era definitivamente otra historia.
La misma que inició Frankie cerca de las 10:30p.m; su apuesta fue más por el performance, animas errantes con velones en las manos caminando sin rumbo por el salón; un toque gótico para la velada. Sus melodías recorrieron todas sus épocas, desde la primer canción que compuso la banda hace 23 años, hasta algunas cuantas de su cuarto disco, “Extraños en este país”.
Juanita por su parte, propuso un sonido más depurado, se preocuparon por trabajar las versiones de sus canciones y porque de verdad los asistentes a su recital, sintieran la cercanía e intimidad que genera un desconectado.
Al final, ambos espectáculos nos dejaron con la sensación de calma y satisfacción que da el haber visto dos grupos insignes para la historia del rock local y nacional, que por primera vez en 19 años tocaban juntos de nuevo. Despedimos la transmisión por internet y por fin tuvimos un respiro.
Nos sentamos a descansar en un mueble y cerramos la jornada como se debería cerrar cualquier actividad en la vida, conversando con amigos, hablando de nada y todo a la misma vez. Con risas y abrazos fraternos.
Casualmente, ese 22 de julio, Sebastián Martínez, miembro del equipo de HagalaU y responsable de la transmisión y grabación de ambos eventos, llegaba a su aniversario número 24. Era una razón más para seguir celebrando ese día.