No somos de barro.  Ni de hierro.  Por fortuna la música nos hace estallar en alegría o melancolía.  Sí, la música.  La muerte de Michael Jackson ratifica algo: los seres humanos somos tan frágiles y poderosos como puede serlo la música.

Ventas millonarias, giras con conciertos sold out, mucha fama.  ¡Oh, la avara gloria de la fama!  Sin duda, Michael Jackson fue un hombre que aportó al desarollo de la música en el mundo e implantó un sello único al pop.  Pero ni la fortuna ni la fama impidieron que muriera y cumpliera su ciclo.  

Sí, el hombre de la piel transmutada tuvo su último suspiro.  Por eso, antes de morir, antes de ser grandes estrellas, antes de desear la gloria y la riqueza, los músicos deben preocuparse por el arte y por no dejar nunca de ser personas.  La gente es lo primero.  Para hallar el camino hay que moverse asumiendo el riesgo de desviarse.  ¡Es blanco, es negro!  Eso no es lo importante.  Lo importante es tocar, trabajar, ensayar, ver otros grupos en escena, cualificar el sonido.

Como su canción,  hizo que nos miráramos al espejo para recordar lo que ya nos ha dicho Sting: “somos tan frágiles”.    

 

 

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