De izquiera a derecha: Federico Vélez y Alejandro Posada
“Mi camino en la música empezó hace años, por allá en 1984 cuando formamos la banda de metal Astaroth”: Eso responde Alejandro Posada cuando le preguntamos por sus inicios en la música, justo en una época donde él y sus amigos de parche se la pasaban escuchando Black Sabbath y Kiss, luego Venom y Kreator. Un momento de la historia en la que se desató en el país una de las temporadas más cruentas del narcoterrorismo que arrinconó a miles de jóvenes y a otros los acribilló.
En ese entonces, germinaba el resplandor del metal y el ‘punk medallo’ como una opción discursiva, estética e ideológica de grupos de la década como Agressor, Parabellum, Pne, I.R.A o Los podridos, por solo citar algunos nombres.
Y fue en ese contexto donde el gusano de la música se le metió a Alejandro, llegando primero al metal -ya mencionamos a Astaroth– para luego tocar en una de las bandas más queridas del rock antioqueño de todos los tiempos: Bajo Tierra.
“Por esa época y después de Astaroth, me fui a prestar servicio militar y cuando volví, un amigo me invitó a tocar en una banda aunque -debo reconocer- yo tenía muy marcado el estúpido radicalismo de la época… al principio no me interesó mucho la música pero Mana -que era el baterista-, me insistió, entonces cayeron a la casa y tocaron unos acordes que me gustaron… ¡Y ahí entré a Bajo Tierra pero no con Mana porque él se fue para Estados Alterados“.
Acompañando a Lucas Guingue y a Papo, Alejandro estuvo en la banda de “los ojos enfermos” entre 1989 y 1994 y según comenta el músico, “grabó el sencillo con las canciones Sala X y En la fila. Fue una época de lugares como Casa Verde, New Order y Festival de Teatro de Bogotá, vivimos muy buenos momentos”…
Pero ese ciclo se cerró y la vida con sus vueltas puso a Alejandro en los Estados Unidos para que continuara labrando su camino. Y entonces con su voz matizada de un tris de melancolía, dice: “Después de Bajo Tierra dejé de hacer música durante 18 años, dejé de tocar, de pronto un jam atravezado esporádicamente con Navas de Fechoría y ya … creo que en esa época estuve un poquito lejos de mi”.
¡Por fortuna, llegó un nuevo momento! Y así sucedió con Alejandro, su reencuentro con el sonido y la magia lo arrojaron a la creación del proyecto La cometa (que participó en Altavoz Fest 2013 como banda invitada de colombianos radicados en el exterior); aunque ese grupo se dilató (dejando 10 composiciones y un álbum grabado apenas hasta su tercera canción) y su trascendecia fue poca, la sangre hervía y Alejandro, movido por un riff que agitaba su cabeza cual designio de Dioses, inició un nuevo proyecto con un coequipero que también lo había acompañado en la banda que se extinguía: “cuando se acabó La cometa Federico Vélez y yo quedamos viendo un chispero”. Pero esas chispas generaron luz propia y sirvieron para que naciera G a ll i n a z o s.
Así, sin afanes, embriagadoz del simple goce de hacer canciones, Gallinazos fue parido bajo un estilo propio: “Rock con tumbao”.
En palabras de sus integrantes, “Gallinazos es un proyecto de felicidad por medio de la música; Una herramienta -si puede llamarse así- que nos acerca cada vez más a lo más profundo y sincero que puede tener cada ser y que muchas veces no vemos, ni escuchamos, ni entendemos, porque este mundo nos trae aturdidos de información, miedos, distracciones, obligaciones, actividades sociales y tantas cosas que nos alejan de nosotros mismos sin hacer lo que más nos gusta”.
Aunque ambos músicos estás radicados en Miami, son concluyentes cuando hablan de su origen: “nos consideramos una banda local, es decir de Medellín; Miami es solo un lugar donde la vida nos puso, pero nuestro corazón y sentimiento es de allá”.
En su propio viaje, estos “Gallinazos” ya planean su vuelo, a tal punto que trabajan en un primer disco que será lanzado en los próximos meses, se titulará “Alegre melancolía” y su lanzamiento se hará en Medellín.
En HagalaU presentamos su primer lanzamiento titulado “Vagabundo” (escúchenlo abriendo este artículo), una pieza perteneciente a este dúo que se asume como “Gallinazos” por una razón clara en su principio de vida: “este animal representa nuestra búsqueda, es sinónimo de libertad”.