¿Es posible encontrar ritmo en el vacío? ¿Acaso cabe la posibilidad de la síntesis cuando la oscuridad y la complejidad rodean los sonidos? Las paradojas rondan los animales eléctricos. Tal vez se podría decir, incluso, que están concebidos desde la paradoja. ¿Existen? ¿O simplemente hacen parte del aire?
Seguramente sí. Por lo menos podemos decir que sus notas son reales y que, en efecto, si los vemos en vivo hay seres vivos tocando instrumentos y cantando. Ahora, la concepción de esta “Síntesis tribal”, como llaman a su EP, no está basada en la realidad tangible. Su sonoridad gira en torno a “facilitar la satisfacción de una necesidad humana poco mencionada, pero que mueve el mundo del arte, la religión y las drogas: la necesidad de un estado de trance”. Con estas palabras de Esteban Gira, desde ya podemos prepararnos para un disco psicodélico, como las luces de su video “Ruido y soledad”, pero enigmático, como el arte de “Me vuelves loco”. Y críptico, como la letra de “Bocatierra”, otro de los actos de esta síntesis.
Y es que en un disco que se interpreta como un todo, no podemos hablar de tracks. Es necesario evocar los actos de la dramaturgia y la ópera para entender las relaciones intrínsecas entre la nostalgia, la desesperación, la paz y el amor. Y es necesario entenderlo como una unidad indivisible porque cada una de sus canciones permiten armar un rompecabezas rockero, electrónico y clásico (sí, de la música clásica) por igual. Todo esto se puede unir en el acto en vivo. Ellos lo afirman como “una creencia en el ritmo”. Pero en ese ritmo que mueve emociones, que toca las fibras y que te lleva a otro lugar. Tal vez al mismo vacío que ellos profesan, y en el que tal vez debamos estar para entender, en el estado más puro, su sonido transgresor y deconstruído.