Esta es la historia de “Caliche”, un afiebrado por la música que durante más de 30 años ha ondeado su bandera punk. En HagalaU les contamos cómo fueron sus incios en el pogo, examinamos el ADN de su banda Desadaptadoz y les damos detalles de su libro “Mala Hierba”.
Por: Katerine Chavarriaga
Carlos Alberto David Bravo, “Caliche”, ha testificado con el punk su rechazo a la guerra desde las calles del barrio Castilla.
Ubicado en la zona noroccidental –comuna 5- de la ciudad de Medellín, ahí está clavado en plena montaña este barrio ¡Castilla!, justo en un sector que se ha caracterizado por sufrir el rigor del conflicto, como toda la ciudad, casi desde su conformación, en un principio debido a luchas por las tierras y más adelante por la llegada del narcotráfico y sus dinámicas que hoy todavía enfrentan a muchos jóvenes por el lucrativo negocio de la droga y el control territorial.
Al caminar el barrio por la 68, una de sus calles más transitadas en horas de la noche, es fácil identificar masas de jóvenes que se diferencian del resto por su forma de vestir, su actitud frente a la vida y que, en muchas ocasiones, van acompañados de un instrumento musical.
Allí no es raro encontrarse a “Caliche”, como es conocido por sus amigos. Con sus inconfundibles botas platineras, jeans y una camiseta con el nombre de bandas y artistas como Patti Smith, The Clash, Lou Reed o Velvet Underground estampadas. “Caliche”, con sus baquetas y su batería ha narrado la muerte, la exclusión y la desigualdad colombiana, convirtiéndose en una figura fundamental para la historia del punk de Medellín y Latinoamérica. ¿Por qué? ¡Porque se ha jugado la vida denunciando a través de la música!:
Con más de 30 años de experiencia musical tocando en el grupo Desadaptadoz y realizando presentaciones en festivales como Altavoz Fest y el Festival Internacional Rock Comuna 6, ha compartido escenario con bandas internacionales como The Adicts, Boikot de España y Konflikt de Eslovaquia. Su viaje punkie conjugado al trabajo social y una fuerte postura política, ha hecho de este personaje un ícono, no solo de la escena punkera de la ciudad, sino de la identidad de una comuna fuertemente azotada por la violencia.
“Amparados en la noche los verdugos acechan
su lenguaje es la guerra, maldita guerra te acusamos y te odiamos” – Déjennos en paz – Desadaptadoz
El comienzo del viaje punk. La vida punkera de “Caliche” comenzó en 1984, época en la que el conflicto armado en Colombia empeoró tanto en el campo como en la ciudad; en el texto Sin tierras y sin techos, Martín Hernández Gaviria, explica que esto se da por la guerra entre paramilitares y guerrillas, impulsada por los carteles de drogas. En medio de este contexto él se une a “una gallada” de rockeros que solían pasar por su casa y que captan su atención por sus “pintas” y la música que escuchaban: Ramones, Dead Kennedys, Ultra Violent, recopilaciones como Riotous Assembly (con agrupaciones como Vice Squad, Chaos UK) entre otras, que destacaban por su descarga estética donde las cubiertas proponían collages, inspiradas por ideologías críticas del sistema y sonidos más fuertes, que canalizaban el miedo a la era atómica, a la tercera guerra mundial y la Guerra Fría.
“Caliche” recuerda que en aquella época el primer “ensayadero” que se creó en Castilla era en la casa de uno de sus amigos más cercanos, ellos tenían una banda llamada Pichurrias: “yo siempre iba a los ensayos y miraba esas baquetas… a mí me gustaba era la batería, cuando se bajaban a descansar un ratico, yo aprovechaba y me montaba”.
¡Y no se quedó con las ganas! En 1987 forma la banda de punk Desadaptadoz con otros 3 amigos: Garled en la voz, Oscar en la guitarra, Geovanny en el bajo y él como batero. Desde su origen, la banda asume un compromiso con la ciudad y el barrio interpretando las problemáticas sociales para transformarlas en un referente positivo a través del arte.
Desadaptadoz en pleno.
“Con la música nosotros siempre hemos querido ir más allá, por eso hemos involucrado otros lenguajes artísticos como el teatro, la poesía, tomas musicales callejeras o la pintura de murales. Lo que buscamos con eso es precisamente trascender”, confiesa el músico. Actualmente la banda sigue conformada por Caliche y Oscar –quien es ahora vocalista también- y Nelson Álvarez los acompaña en el bajo.
A finales de 1997 cansados de la violencia que azotaba el barrio, debido a la formación de “combos” que comenzaron a privatizar ciertos sectores, deciden tomarse las calles y hablar a través del arte realizando una serie de conciertos, ¿el escenario?, ¡las aceras, las canchas de barrio, la calle! Nunca pidieron permiso a las autoridades y los grupos delincuenciales siempre respetaron esos espacios y nunca se involucraron en ellos. Así constataron que realizar un concierto en un área de conflicto podía generar una zona de distensión y entonces realizaron muchos eventos más. Aunque en un principio los eventos los realizaban solos, más adelante se sumaron bandas como ZD e Insumisión de Bogotá, Niquitown, Desastre Capital, Furibundo Serna y IV Tiempos, entre otras.
Su trabajo social y musical es muy significativo pues detrás de él y Desadaptadoz hay muchas personas valorando su trayectoria. Alexander Rojas, bajista del grupo IV Tiempos, banda también formada desde las entrañas de Castilla, cuenta que, siguiendo a este grupo, entendieron que el punk podía ser un escape a una sociedad difícil de asumir, sobre todo en estos barrios populares: “Caliche llega con este papel pedagógico, tratando de reivindicar no solo ciertas posturas políticas, sino también a personajes que venían con esa misma labor”, agrega Alexander.
Uno de esos personajes es Chucho Peña, poeta y dramaturgo, desaparecido en Bucaramanga en 1986. Este poeta ha sido de especial influencia para Caliche ya que después de su desaparición, en una revista que él coleccionaba salió un informe sobre él en el que publicaron algunos de sus poemas, al leerlos, se dio cuenta de que tenían una estructura perfecta para una canción de punk, así que habló con sus compañeros para musicalizar los poemas. La familia de Peña, que vivía en el sector, no solo autoriza la musicalización de los escritos, sino que le regalaron el único libro publicado del escritor, llamado Del más estricto uso y abuso. De esta manera deciden rescatar su obra; Caliche resalta su labor comentando: “era un poeta de aquí, de la cuadra, con una historia tan fuerte y que además ya estaba prácticamente olvidado”, actualmente la gente lo lee mucho y en la ciudad ya lo reconocen muchas personas.
“El hierro nunca gustó de la palabra
siempre tuvo miedo de los gestos
por eso entró en la escena
a callar los cantos y borrar los gestos
a bajar el telón y cubrir con él su herrumbre
pero es tanta que no podría cubrirla
ni con todos los muertos de la tierra.”
-Chucho Peña “Escena”.
Caliche presenta su libro Mala Hierba. La memoria de Chucho Peña y otros importantes artistas y músicos de Castilla, los pogos callejeros y las “pintas estrafalarias”, son algunos de los temas que quedarán plasmados en Mala Hierba: surgimiento del punk en el barrio Castilla, libro de autoría de Caliche.
La publicación será una píldora para la memoria del punk que es necesaria en la ciudad pues ayuda a la construcción de la memoria histórica; además, representará un aporte a la academia y exalta la tradición del punk medallo desde lo fundacional. La peculiaridad de este libro va desde la exploración del punk a partir de sus raíces, la expansión de la escena desde la particularidad de un territorio –Castilla en este caso- y la filosofía punkera del “Hazlo tú mismo”.
Otras publicaciones como Medallo Punkero de Cap Nomade y el Kolektivo voz libre o los libros I.R.A Punk La antileyenda, Punk Medallo o Aguante I.R.A, escritos por Viola de I.R.A, han ofrecido también una mirada al movimiento en la ciudad. De “Mala Hierba”, este libro se puede esperar una historia contada desde adentro, la historia del punk a veces olvidada, es recuperar la memoria del barrio y reconocer el aporte cultural que esa generación hizo en su momento a la ciudad.
Caliche cuenta con emoción que Mala Hierba es un trabajo de 17 años, la idea surgió en 1999 hablando con su amigo Geovanny Oquendo, con quien no solo compartía música sino ideologías. Cuando salió la película Rodrigo D. No Futuro en 1989, ellos sintieron que de alguna manera fue una bofetada pues esta hacía una simbiosis del punk con el pillo, que compartían los mismos espacios y la misma música fue un choque. 10 años después seguían cuestionando esto y decidieron que la historia debía ser contada desde otra perspectiva. A pesar de que la vida los llevó por distintos caminos, incluso antes de que Geovanny muriera, Caliche decidió retomar la idea y a través de conversaciones, parches y toques con amigos realizó la recopilación de lo que hoy culmina con una exposición fotográfica y la publicación del libro, proyecto ganador del estímulo de becas de creación de Presupuesto Participativo, promovido por la alcaldía de Medellín.
“La mala hierba para mí es una metáfora, esta surge en el lugar menos deseado y son muy difíciles de exterminar, siempre sale una mala hierba por ahí. Así que es una metáfora de resistencia, de perdurabilidad porque a pesar del tiempo esas malezas siguen saliendo por las grietas. Medellín siempre ha sido la ciudad de las flores y el punk era lo contrario, como una mala hierba que dañaba la estética del jardín”.
En las páginas del libro se nombran diferentes personajes que han destacado en la escena punkera, por ejemplo, Vicky y Piedad de Fértil Miseria, Fabio Garrido de Frankie ha muerto, Ramiro Meneses y Omar de Mutantex, Víctor Gaviria, director de Rodrigo D. No Futuro y Carlos Mario “La bruja” de Parabellum.
Mala hierba nunca muere, eso dice el adagio popular; así que: ¡Larga vida al punk!