Por: Santiago Arango Naranjo
En Medellín es recurrente escuchar una frase proferida por diferentes músicos: “gracias a la música yo no me calenté”; en español simple, gracias a la música como posibilidad de soñar y construir su propio mundo, muchos jóvenes de la ciudad en los 80’s y 90’s no tomaron las armas. Incluso, sucede en la actualidad.
Y es que recreen esta escena en su cabeza: “Un hombre de tez morena y cabello largo, al mejor estilo de las bandas de rock de los 70’s, camina por Villanueva, recién sale del trabajo y se dirige agotado y hambriento a su casa. Mientras camina, súbitamente un disparo zumba cerca de su cabeza, él corre y acto seguido frena a su lado, con torpeza, una camioneta con vidrios polarizados y hombres armados que lo obligan a subir al vehículo”.
Lo que sucede después queda como un final abierto de la historia. Aunque en la canción “Visiones de la muerte” del grupo de punk & hard core de Medellín Fértil Miseria puede hallarse otra versión. Y así es porque en ella se narra la historia de un joven que fue asaltado en su cotidianidad para subirlo a una camioneta con hombres armados, pasearlo durante horas, interrogarlo y finalmente amenazarlo, diciéndole que no lo querían ver de nuevo por el sector. Él, Juan Carlos Londoño, guitarrista de Fértil Miseria, fue afortunado y aún pude interpretar su instrumento. Otros, seguro, aún no aparecen.
Si se escucha desprevenidamente esa canción, que es uno de los himnos de la música independiente de la ciudad puede sonar como una historia sin relevancia, pero cuando sabemos que esa pieza se desarrolló en 1997, en plena época del sicariato y la violencia urbana y rural del país, adquiere otro valor pues ayuda a comprender la complejidad sociopolítica de ese momento histórico en Medellín.
Ahora saltemos a otra canción como si nos valiéramos de la función de Shuf de un equipo de sonido que aleatoriamente selecciona un track de uno de los CD’s de la bandeja; se trata “La jaula de oro” del grupo de hip hop Laberinto E.L.C:
“Comienza el turno, otro nuevo proceso/Lo conoces de memoria, se supone que sabes el resto/Es solo moverse…/No se sienta, produzca y obedezca lo que le ordenen…/Los sueños frustrados me han dicho que son locura/Locura es estar aquí 50 años en lo mismo…/Prefiero morir en 20 pero haciendo lo que quiero/ Estoy a punto y lo intento y de inmediato recuerdo: mi realidad es distinta, esta es la comida de los que quiero”.
Semejante fragmento traduce la angustia de alguien que quiere hacer música pero debe producir dinero para comer, pagar la salud, el arriendo… dar bienestar a su familia. La temática de la canción que es particular se vuelve universal pues otros han tenido que renunciar al estudio u otra profesión con la que soñaron pues primero hay que conseguir para satisfacer las necesidades básicas.
Esas piezas sonoras son sin duda el reflejo de un contexto sociopolítico particular: ¡el de la ciudad de Medellín! Desde esa perspectiva, tomar un instrumento y hacer canciones sin saber cantar o ejecutar una guitarra (como lo hicieron muchos a mediados de los 80’s en el punk y el metal) fue una posibilidad para resguardarse del sicariato, la violencia y de la “atractiva” oferta para los jóvenes de la época que no tenían muchas oportunidades: “matar un policía a cambio de un millón de pesos”.
Pero en una ciudad donde el jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, declaró una guerra frontal contra el gobierno valiéndose de carros bombas, las ya nombradas recompensas a sicarios que mataran policías y de las bandas criminales que organizó, es indudable que una de las bondades más grandes de la música en la ciudad es y ha sido permitir una constante denuncia y a su vez catarsis de la violencia local y nacional.
Es solo citar algunos fragmentos para comprenderlo:
– “Jugar, matar, velas benditas rosas y velas, dónde se esconden, canta y se encanta en las venas cortadas”. Canción Jugar Matar de Frankie ha muerto.
– “Porque no convivimos como personas que piensan, no como perros y gatos que se matan día a día”. Canción Lágrimas de sangre de Son Batá.
– “Desplazados por la violencia, desplazados por sucias guerras… es la consecuencia de una guerra absurda… vemos como mueren los niños indefensos”. Canción Desplazados del grupo Fértil Miseria.
– “Ahora me busca la policía porque tengo la mercancía… hasta los gringos me quieren llevar, ahora me quieren extraditar, hasta mis amigos me dicen patrón, porque tengo pista porque tengo avión… y una caleta grande que no la tiene cualquiera”. Canción ¿Quién es el patrón? del grupo Systema Solar.
La violencia nace como resultado de diferentes dinámicas inherentes a ella y otras se generan a partir de su nacimiento: en un primer momento el desplazamiento, la desigualdad social y la falta de oportunidades; en un segundo momento, la inseguridad, el sicariato, las bandas criminales, el narcotráfico, el descrédito de los partidos políticos… todos esos factores y otros han incidido determinantemente en el contexto sociopolítico actual de Colombia.
Las canciones y en general la música permiten narrar la historia, sentar una opinión, registrar los hechos de una generación y el desarrollo de una nación. Ya lo decía Nietzsche, “sin música la vida sería un error”. Por fortuna, en Medellín y Colombia, los ciudadanos se han valido de ella y la han aprovechado para hacer catarsis, expulsar del alma y de los cruentos y sangrientos actores violentos.
Las canciones, por su alta grado de penetración a través de la radio, la tv, la internet, la distribución del casete mano a mano (en los 80’s y 90’s) o el MP3 por estos días, permite que la gente fácilmente las tome como suyas. El fin de esa apropiación ha servido más que cualquier ley de reparación porque las canciones se han convertido en un bálsamo sanador.
¡Quién lo creyera!: las canciones son un exorcismo inasible e imparable contra la violencia.