Un disco debut es, para cualquier banda, un gran paso. Es el fruto de sacrificios, de tomas descartadas y ensayos largos perfeccionando hasta el último detalle de cada canción. Pero también es el compendio de sueños formándose, o anhelos que se logran materializar en un disco inyectado, una carátula de plástico, cartón y papel, o incluso en una serie de archivos de audio subidos a una plataforma de streaming. Pero, en cualquier caso, es el resumen de un capítulo de la vida de cada individuo, y de esa colectividad denominada banda.
Podría estar casi seguro de que este es el caso de Asuntos Pendientes. Doce jóvenes que, con la motivación adolescente por hacer música, y casi sin saber sobre cómo tocar un instrumento, decidieron volver de a poco la banda que crearon como una prioridad en su vida. Se depuraron hasta quedar solo siete, algunos se fueron y otros llegaron. Aprendieron, escribieron, tocaron muchísimo, grabaron y regrabaron, se subieron a todas las tarimas donde les permitieron y a donde los invitaron, para materializar, con cada acorde, un sueño.
Ya habían dado un primer paso con su EP “Multicanal”, siete canciones que, en pocas palabras, hablaban de sus vivencias, amores, amigos y sueños. Aun así, seguía siendo parte del camino. Pero a finales de 2014 dieron un paso que seguro marcará un antes y un después. Tal vez de ahí surja el título del álbum que hoy reseñamos, como un momento que cambiará por siempre la concepción de Asuntos Pendientes, un “punto de inflexión”, un hito.
¿Y qué hay en ese “Punto de inflexión”? Doce canciones que muestran claramente la versatilidad musical de estos jóvenes que seguro no pasan de 25 años; una apuesta de rock cadencioso en algunos pasajes, con la dulce voz de Ximena Toro que se mueve con confianza entre guitarras melódicas y vientos con una clara influencia del reggae. Pero también una apuesta al rock fuerte donde esos mismos vientos que antes daban ganas de moverse añaden potencia suficiente para mover la cabeza y gritar cada una de las canciones que cantan los hermanos Cardozo, que alternan entre voces claras y rasgadas como si manejasen las revoluciones para subir y bajar las emociones en cada canción.
Sin duda, los años de búsqueda sonora les dieron la oportunidad de perfeccionar el carácter de sus letras, que ahora son más reflexivas e introspectivas. Entendieron que la música, además de darles la capacidad de expresar sus sentimientos (que aún siguen haciendo, prueba de ello son letras como el ultimátum implícito en “Quiéreme o piérdeme” o la sugestiva “Fuera de sí”), también es una herramienta para alzar la voz y hacer su aporte a la formación de pensamiento de una generación que se toma cada vez menos tiempo para reflexionar, pero que se construye desde artes como la música: “La fuerza que hoy llevo no va a claudicar, y esta ciudad será nuestra”.
Es posible que si recorremos las doce canciones que conforman “Punto de inflexión” notemos claras influencias cercanas y extranjeras: el punk rock y el ska californiano de los últimos 30 años, bandas como Mojiganga y el Rey Gordflón de “Medallo deluxe”. Estoy seguro que Ximena, Arturo y el resto de Asuntos Pendientes hicieron parte de los miles que gritamos y coreamos esas canciones hace algunos años en sus conciertos. Pero algo que no se le puede quitar a estos chicos y a este primer álbum es la consolidación de un sonido propio y que además, con todo y sus familiaridades, es fiel a una identidad que se refleja en el escenario, el arte del álbum, y que ha sabido reinventar esa corriente musical que, en las manos de este septeto de rock con vientos, voces rasgadas y dos vocalistas, seguirá haciendo parte de ese legado rockero de una ciudad como Medellín.
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