Por: Alexander Múnera
El Viboral Rock en El Carmen de Viboral, el Rock al Río en Rionegro, el Vigarock en Envigado, el QuitasolRock en Bello, entre otros en el departamento que no se conocen mucho o apenas van a salir, son festivales que están descentralizando los circuitos de la música independiente en Antioquia.
El Sabanetoque en Sabaneta es uno más de ellos y aunque ya tiene cuatro ediciones a cuestas, yo apenas he asistido a una, la más reciente. Ese día, el cielo amenazaba agua y cumplió. Al aterrizar en la Unidad Deportiva Norte de Sabaneta no pasaron más de dos bandas cuando la lluvia se dejó venir y jamás se fue del todo. De hecho hubo que parar las presentaciones un par de horas para proteger los equipos y los mismos músicos.
Al llegar pues a mi primer Sabanetoque, lo primero que pensé fue lo difícil que es armar un festival de rock and roll: gestionar los recursos, conseguir el sonido, los refrigerios, el backline, el equipo de logística, en fin, todo lo que acarrea el montaje de un concierto con más de 30 bandas para escena.
No sé si fue porque hacía rato no estaba tan cerca de los camerinos en un festival o porque los festivales grandes lo disimulan mejor; pero ver intérpretes de más de cinco o seis bandas con sus instrumentos a cuestas por medio a que se mojaran, las cajas de los refrigerios en el suelo, la consola de sonido en un extremo junto a su operador y demás personas (por ahí otras 6) que no teníamos nada que ver con la organización, pero que por igual le corríamos a la lluvia dentro de dos carpas, fue algo que me sorprendió.
Mientras su director Felipe Grajales daba algunas indicaciones a las bandas que seguían en la programación, yo seguía redescubriendo la odisea de hacer un festival y reconociendo bandas y solistas como Truco MC, un niño que no creo pase de los 15 años, pero que su seguridad en tarima, unida a las líricas que proponía no tenía que envidiarle nada a raperos como el Mago, El flaco o K-no.
La interacción con intérpretes y con parte de la organización también empezó. Cada conversada me animaba a saber más del Sabanetoque, los músicos me hablaban tranquilos y llenos de confianza y los gestores del evento lo hacían convencidos de estar actuando de la mejor forma. Justo ahí me entere que cualquier banda de Sabaneta o municipios aledaños puede tocar en el concierto, lo único que le piden es que asista a unas reuniones y conferencias armadas por el mismo festival.
Ahí es donde radica una de las grandes diferencias con los demás festivales descentralizados, el Sabanetoque más que un festival para mostrar bandas nuevas, es un proceso de formación donde les enseñan a los grupos participantes cómo hacer un brochure, un rider técnico o cómo manejarse dentro de un camerino. Asimismo, los ponen a pensarse como proyecto sonoro y todo lo que ello implica. Podría hablarse incluso de una certificación que se da luego de las jornadas académicas, la cual sería el día del concierto, donde tocan en una gran tarima y con sonido profesional. Quizá, un valor agregado pueda ser igualmente, el compartir escenario con bandas como Nación Criminal, Athanator o Gaias Pendulum, quienes estrenaban álbum ese día y Katato, uno de sus integrantes, acababa de llegar de Rock al Parque, un festival a donde a lo mejor muchas de estas bandas nuevas también toquen en el futuro cercano.
Un ejemplo claro y palpable es Jamevú, que ha seguido muy juiciosamente los aprendizajes y sugerencias que el Sabanetoque le ha proporcionado. Ahora estará por primera vez en el concierto eliminatorio de Ska y Reggae en Altavoz 2010, logro que en parte se debe a lo que este festival hace con los grupos que apenas empiezan.
Del Sabanetoque sin duda, podemos aprender mucho, no sólo sus participantes, sino todo aquel que se acerque de manera receptiva al mismo.
Yo por lo menos me fui con ganas de ser parte de este proceso y admirando a su organización por el coraje que irradia para sacar adelante cada edición. Larga vida al Sabanetoque y a todos los festivales que como éste, hacen “más que sonar canciones.”